El Crepúsculo Del Deber. La Ética Indolora De Los Nuevos Tiempos Democráticos. Gilíes Lipovetsky

Páginas: 17 (4191 palabras) Publicado: 19 de febrero de 2013
El crepúsculo
del deber
La ética indolora
de los nuevos tiempos democráticos
Gilíes Lipovetsky

TRABAJAR PARA UNO
De la moral del trabajo a la administración de la excelencia
Paralelamente a la familia, las sociedades industriales modernas han dado brillo ejemplar al valor trabajo. En el curso del siglo XIX, burgueses puritanos y espíritus laicos, socialistas y liberales compartieron lamisma religión del trabajo, todos entonaron el mismo canto «en honor del dios Progreso, el primogénito del trabajo», como escribía Paul Lafargue. Los puritanos protestantes vieron en la tarea profesional un deber asignado por Dios al hombre, una actividad que exaltaba la gloria de Dios, el medio más apropiado para dar la certidumbre de la gracia. Las corrientes republicanas magnificaron el trabajo,expresión cotidiana de la solidaridad de cada uno hacia todos, necesaria para la realización del progreso indefinido de la humanidad. Mientras que los ingleses se vanagloriaban de ser las «abejas trabajadoras de la colmena mundial», la escuela de la república en Francia se afirmaba como «la escuela del trabajo». La moral republicana ha enseñado el esfuerzo, el valor del trabajo bien hecho, lavergüenza de la ociosidad, el deber de ser útil a la sociedad; los libros de moral han alabado las palabras de Rousseau: «Todo ciudadano ocioso es un bribón» y pusieron en un pedestal los preceptos de Franklin: «No pierdas tu tiempo. Haz siempre algo útil. Suprime cualquier ocupación que no sirva para nada.» La fe en el trabajo civilizador y liberador ocupa el centro del discurso social, la pereza esun «crimen social» que crea un peligro para el que se entrega a él y para la colectividad de la que es miembro, cada uno debe pagar su deuda social y contribuir al desarrollo de la especie humana y de la nación.
Todos los regímenes, sean liberales, totalitarios o de orden
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moral, han celebrado en masa las misas de la producción. En la Unión Soviética, el partido comunista beatificó lashazañas de los trabajadores modelo, los «sábados comunistas», el interés entusiasta de los trabajadores socialistas por la edificación de la sociedad sin clases. En la Alemania nazi, la propaganda sacralizó la productividad y la alegría del trabajo intensivo. En las horas sombrías de la colaboración con la Alemania hitleriana, el orden moral de Vichy tendrá como ambición declarada «hacer de todos losfranceses hombres que sientan el gusto del trabajo y el amor del esfuerzo». El trabajo se impone en todas partes como un ideal superior, una ley moral imperativa del hombre y del ciudadano.
Se sabe, sin embargo, que las sociedades que han profesado la moral del trabajo son las mismas que se han dedicado a desembarazarla sistemáticamente de toda dimensión humana. Mientras que el principio del debermoral sustentaba los panegíricos del trabajo, era científicamente expulsado de la organización moderna de éste. Desde las primeras décadas del siglo XX, la gestión tayloriana del trabajo, preocupada por el problema de la «haraganería » y de las caídas de ritmo, se dedicó a transformar al obrero en un autómata sin pensamiento, ejecutante estricto de tareas fragmentarias preparadas por las oficinasde métodos, «reducto humano» movido por la sola motivación del salario por rendimiento: no hay más principio organizador que el cronómetro, la obediencia ciega, el salario basado en el trabajo a destajo. La dirección científica del trabajo quiso eliminar el «factor humano», no siendo preciso para el progreso de la productividad más que la separación radical entre trabajo intelectual y trabajomanual, simplificación de las tareas, ejecución mecánica carente de cualquier adhesión a la finalidad de la empresa. A pesar de los trabajos de la escuela del human engineering, de algunas recomendaciones de «estetizar los lugares de trabajo», de desarrollar el «espíritu de cuerpo» en el seno de la empresa, el control «científico» de los cuerpos ha prevalecido sobre el gobierno de las almas, la...
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