el cuarto hombre

Páginas: 23 (5692 palabras) Publicado: 5 de agosto de 2013
El cuarto Hombre
Agatha Christie

El canónigo Parfitt jadeaba. El correr para alcanzar el tren no era cosa que conviniera a
un hombre de sus años. Su figura ya no era lo que fue y con la pérdida de su esbelta
silueta había ido adquiriendo una tendencia a quedarse sin aliento, que el propio
canónigo solía explicar con dignidad diciendo «¡Es el corazón!»
Exhalando un suspiro de alivio sedejó caer en una esquina del compartimento de
primera. El calorcillo de la calefacción le resultaba muy agradable. Fuera estaba
nevando. Además era una suerte haber conseguido situarse en una esquina siendo el
viaje de noche y tan largo. Debieron haber puesto coche-cama en aquel tren.
Las otras tres esquinas estaban ya ocupadas, y al observarlo, el canónigo Parfitt se dio
cuenta de que el hombresentado en la más alejada, le sonreía con aire de
reconocimiento. Era un caballero pulcramente afeitado, de rostro burlón y cabellos
oscuros que comenzaban a blanquear en las sienes. Su profesión era sin duda alguna la
de abogado, y nadie le hubiera tomado por otra cosa ni un momento siquiera. Sir Jorge
Durand era ciertamente un abogado muy famoso.
—Vaya, Parfitt —comenzó con aire jovial—. Seha echado usted una buena carrerita,
¿no?
—Y con lo malo que es para mi corazón —repuso el canónigo—. Qué casualidad
encontrarle, sir Jorge. ¿Va usted muy al norte?
—Hasta Newcastle —replicó sir Jorge—. A propósito —añadió—: ¿Conoce usted al
doctor Campbell Clark?
Y el caballero sentado en el mismo lado que el canónigo inclinó la cabeza complacido.
—Nos encontramos en la estación —continuóel abogado—. Otra coincidencia.
El canónigo Parfitt vio al doctor Campbell Clark con gran interés. Había oído aquel
nombre muy a menudo. El doctor Clark estaba en la primera fila de los médicos
especialistas en enfermedades mentales, y su último libro El problema del
subconsciente había sido la obra más discutida del año.
El canónigo Parfitt vio una mandíbula cuadrada, unos ojos azules demirada firme, y
una cabeza de cabellos rojizos sin una cana, pero que iban clareándose rápidamente.
Asimismo tuvo la impresión de hallarse ante una vigorosa personalidad.
Debido a una lógica asociación de ideas, el canónigo miró el asiento situado frente al
suyo esperando encontrar allí otra persona conocida, mas el cuarto ocupante del

departamento resultó ser totalmente extraño... tal vezun extranjero. Era un hombrecillo
moreno de aspecto insignificante, que embutido en un grueso abrigo parecía dormir.
—¿Es usted el canónigo Parfitt de Bradchester? —preguntó el doctor Clark con voz
agradable.
El canónigo pareció halagado. Aquellos «sermones científicos» habían sido un gran
acierto... especialmente desde que la prensa se había ocupado de ellos. Bueno, aquello
era lo quenecesitaba la Iglesia... modernizarse.
—He leído su libro con gran interés, doctor Campbell Clark —le dijo—. Aunque es
demasiado técnico para mí, y me resulta difícil seguir algunas de sus partes.
Durand intervino.
—¿Prefiere hablar o dormir, canónigo? —le preguntó—. Confieso que sufro de
insomnio y, por lo tanto, me inclino en favor de lo primero.
—¡Oh, desde luego! De todas maneras —explicó elcanónigo—, yo casi nunca duermo
en estos viajes nocturnos y el libro que he traído es muy aburrido.
—Realmente formamos una reunión muy interesante —observó el doctor con una
sonrisa—. La Iglesia, la Ley y la profesión médica.
—Es difícil que no podamos formar opinión entre los tres, ¿verdad? El punto de vista
espiritual de la Iglesia, el mío puramente legal y mundano, y el suyo, doctor, queabarca
el mayor campo, desde lo puramente patológico a lo... superpsicológico. Entre los tres
podríamos cubrir cualquier terreno por completo.
—No tanto como usted imagina —dijo el doctor Clark—. Hay otro punto de vista que
ha pasado usted por alto y que es en este aspecto muy importante.
—¿A cuál se refiere? —quiso saber el abogado.
—Al punto de vista del hombre de la calle.
—¿Es tan...
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