El decameron: sexta jornada, novela cuarta
Ghichibio, cocinero de Currado Gianfigliazzi, con unas rápidas palabras cambió a su favor en risa la ira de Currado y se salvó de la desgracia con que Currado leamenazaba.
Con frecuencia preste palabras rápidas y útiles y buenas a los decidores, según los casos, también la fortuna, que alguna vez ayuda a los temerosos, en sus lenguas súbitamente las pone cuandonunca los decidores hubieran podido hallarlas con ánimo sereno; lo que con mi historia entiendo mostraros.
Currado Gianfigliazzi, como todas vosotras habéis oído y podido ver, siempre ha sido ennuestra ciudad un ciudadano notable, liberal y magnífico, y viviendo caballerescamente continuamente se ha deleitado con perros y aves de caza, para no entrar ahora en sus obras mayores. El cual, conun halcón suyo habiendo cazado un día en Perétola una grulla muerta, encontrándola gorda y joven la mandó a un buen cocinero suyo que se llamaba Ghichibio y era veneciano, y le mandó decir que la asasepara la cena y la preparase bien.
Ghichibio, que era un fantoche tan grande como lo parecía, preparada la grulla, la puso al fuego y con solicitud comenzó a guisarla. La cual, estando ya casiguisada y despidiendo un grandísimo olor, sucedió que una mujercita del barrio, que se llamaba Brunetta y de quien Ghichibio estaba muy enamorado, entró en la cocina y sintiendo el olor de la grulla yviéndola, rogó insistentemente a Ghichibio que le diese un muslo.
Ghichibio le contestó cantando y dijo:
-No os la daré yo, señora Brunetta, no os la daré yo.
Con lo que, enfadándose la señoraBrunetta, le dijo:
-Por Dios te digo que si no me lo das, nunca te daré yo nada que te guste.
Y en resumen, las palabras fueron muchas; al final, Ghichibio, para no enojar a su dama, tirando deuno de los muslos de la grulla se lo dio. Habiendo luego delante de Currado y algunos huéspedes suyos puesto la grulla sin muslo, y maravillándose Currado de ello, hizo llamar a Ghichibio y le...
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