EL DESPERTAR

Páginas: 10 (2382 palabras) Publicado: 26 de enero de 2015

Isaac Babel

El despertar



Toda la gente de nuestra categoría: corredores, tenderos, bancarios y oficinistas de compañías navieras, enseñaban música a sus hijos. Nuestros padres, al no ver salida para mí, idearon una lotería. La montaron sobre los huesos de la gente menor. Odesa quedó afectada por ese delirio más que otras ciudades. Se debía ello a que durante decenios nuestra ciudadsuministró niños prodigio a las salas de concierto del mundo. De Odesa salieron Misha Elman, Zimbalist, Gabrilóvich, aquí comenzó Yasha Heifetz.
Al cumplir el niño los cuatro o cinco años, la mamá llevaba a ese ser minúsculo y enclenque al señor Zagurski. Zagurski tenía una fábrica de niños prodigio, una fábrica de enanos judíos con cuellos de encaje y zapatitos de charol. Los encontraba en lostugurios de la Moldavanka y en los patios macilentos del Bazar viejo. Zagurski daba la primera orientación, después los niños eran enviados al profesor Auer de Petersburgo. El alma de aquellos alfeñiques de hinchadas cabezas azules cobijaba una potente armonía. Llegaban a ser virtuosos de fama. Y mi padre quiso darles alcance. Tenía yo catorce años, había rebasado la edad de los niños prodigio,pero por mi estatura y flojedad bien podía pasar por uno de ocho años. En eso estaban todas las esperanzas.
Me llevaron a Zagurski. Por respeto a mi abuelo accedió por muy poco precio: un rublo la clase. Mi abuelo, Leivi-Itsjok, era el hazmerreír de la ciudad y su ornato. Deambulaba con chistera y choclos y arrojaba luz sobre los asuntos más oscuros. Le preguntaban qué era un gobelino, por qué losjacobinos traicionaron a Robespierre, cómo se fabrica la seda artificial, qué es la cesárea. Mi abuelo podía responder a todas esas preguntas. Por respeto a su sabiduría y a su demencia, Zagurski nos cobraba un rublo por clase. Es más, por temor a mi abuelo perdía el tiempo conmigo, porque yo era un caso perdido. Los sonidos se desprendían de mi violín como limaduras de hierro. A mí mismo aquellossonidos me tronzaban el corazón, pero mi padre no me dejaba en paz. En casa sólo se hablaba de Misha Elman, al que el propio zar liberó del servicio militar. Zimbalist, según las noticias de mi padre, fue presentado al rey de Inglaterra y tocó en el palacio de Buckingham; los padres de Gabrilóvich compraron dos casas en Petersburgo. Los niños prodigio habían enriquecido a sus papás. Mi padrehubiera transigido con la pobreza, pero necesitaba la fama.
—No puede ser —le susurraban los que comían a cuenta suya—, no puede ser que el nieto de un abuelo como ese...
Yo era de distinta opinión. Cuando ensayaba los ejercicios de violín colocaba en el atril un libro de Turguénev o de Dumas y mientras rascaba el instrumento devoraba una página tras otra. De día contaba a los chicos de la vecindadpatrañas que de noche pasaba al papel. En nuestra familia la escritura nos venía de herencia. Leivi-Itsjok, que a la vejez se chifló, durante su vida estuvo escribiendo una novela titulada «El hombre sin cabeza». Yo salí a él.
Cargado con la funda y las notas me trasladaba tres veces a la semana a la calle Witte, antes Dvoriánskaya, a casa de Zagurski. Allí, sentadas a lo largo de la pared,hacían cola judías pletóricas de histérico entusiasmo. Sobre sus rodillas débiles soportaban unos violines que en tamaño superaban a quienes llegarían a tocar en el palacio de Buckingham.
Se abría la puerta del santuario. Del despacho de Zagurski salían dando traspiés niños cabezudos, pecosos, de cuello delgado como el tallo de una flor y con rubor epiléptico en las mejillas. La puerta volvía acerrarse, tragándose al enano siguiente. Tras la pared se desgañitaba cantando y dirigiendo el maestro, con pajarita, rizos peligrosos y piernas flacas. El, gerente de la abominable lotería, poblaba la Moldavanka y los negros callejones del Bazar viejo con espectros del pizzicato y de la cantilena. Después, el viejo profesor Auer sacaba un brillo infernal a aquella solfa.
En aquella secta yo no tenía...
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