El destino americano
Jaime Cuvellier
“¿Qué somos nosotros los pueblos americanos, entre los pueblos, las civilizaciones?”[1] Esta es la pregunta que intentaron, e intentan, responder los pensadores, o soñadores, de nuestra América. Las respuestas varían según la forma cómo se creé que América Latina logrará el “destino” apoteótico, más utópico que objetivo, de erguirse protagonista.En América, lo que se intenta hacer es dividir claramente sus dos partes, para así, a partir de las diferencias inmediatas, identificar los elementos intrínsicos de la naturaleza americana, que se percibe como un paso intermedio para poder situar a la realidad latinoamericana de forma objetiva. Rodó expondrá de manera muy sucinta que “todo juicio severo que se formule de los americanos del nortedebe empezar por rendirles, como se haría con altos adversarios, la formalidad caballeresca de un saludo”.[2] Más que nuestros vecinos, los Estados Unidos se han colocado como los contrincantes, pero... ¿de qué? ¿En qué medida América Latina se ha bosquejado como un contendiente para cualquiera?
Las palabras de Reyes resultan más puntuales, ya que, antes de afrontar planteamientos en torno deldevenir americano, dice: “Hablar de civilización americana sería [...] inoportuno. [...] Hablar de cultura americana sería algo equívoco; podemos hablar de la inteligencia americana, su visión de la vida y su acción en la vida”.[3] Lo anterior comienza a determinar ciertos límites, a subrayar la posibilidad de decir que la situación americana cuenta con un espacio confinado a un contexto en el quese desarrolla un aglomerado multicultural de seres humanos que se determinan por su inteligencia.[4] Tales caracteres ya perfilan un ser humano particular y determinado por circunstancias propias, sin ver en él a un competidor, pues antes de situarle en un peldaño donde la realidad general permita buscar dicho protagonismo, es necesario salir del eterno principio.
En un inicio “se puede decirque, de cierta forma, es principalmente como alternos de la “América rica” que los latinoamericanos se reúnen bajo una misma rúbrica”,[5] algo que es necesario aceptar del todo antes de pretender vislumbrar un futuro dorado para esta América, ya que las circunstancias en que se formó apuntan más a una decadencia que a algún tipo de progreso, siquiera con el sueño de la unificación de nuestra América,pues lo único que puede unir a tales naciones es su carácter paupérrimo. En ese sentido, Ribeiro expone un par de errores en la conformación latinoamericana:
Primero, el de explicar el mundo actual a partir de una visión circunstancial que, elaborando una secuencia histórica en que se sucedieron respectivamente, esclavismo, feudalismo y capitalismo, promueve esa secuencia a la categoríade etapas de una línea evolutiva necesaria para todo el ecumene cuando, de hecho, ella se basa apenas en la interpretación de la historia europea. Segundo, el de producir un punto ciego para los teóricos europeos, los cuales, creyendo comprobar un esquema teórico únicamente con su propia experiencia histórica, se incapacitan para percibir todo lo demás. En consecuencia, deforman la historia humanaal proyectar sobre ella sus categorías etnocéntricas.[6]
Este par de faltas marca el camino por el cual se ha querido entender al complejo mundo formado tras las independencias americanas. Dentro de ese mundo, se encuentran complicaciones mayores e inmediatas, que, sin una alternativa real, determinan su contexto inmediato y futuro, en el que la unión, en vías de un desarrollo integro, sedesdibuja como la última posibilidad:
Nadie ignora que a la contigüedad continental de América Latina, no corresponde una estructura sociopolítica que la unifique. Al contrario, sobre aquella base física se ubican dos docenas de pueblos organizados como nacionalidades enmarcadas por singularidades, algunas de ellas bien poco viables como cuadros dentro de los cuales un pueblo puede realizar...
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