el diablo de los nmeros hans magnus enzensberger 1
Capitulo 2
La sogunda nocho
Robert se escurria. Seguia siendo lomismo de siempre: apenas se quedaba
dormido, empezaba. Siempre tenia que bajar. Esta vez era por una especie de
cucafia. No mires hacia abajo, penséRobert, se agarro fuerte y se escurrié con las
manos al rojo vivo, abajo, abajo, abajo... Cuando aterrizé de golpe sobre el blando
suelo de musgo, escuchéuna risita. Delante de él, sentado en una seta de color
marrén, suave como el terciopelo, estaba el diablo de los nflmeros, mas bajito de lo
que lorecordaba, que le miraba con sus ojos brillantes.
-¢‘De dénde sales tu? -le pregunté a Robert.
Este sefialé hacia arriba. La cucafia por la que habia bajadollegaba hasta muy alto,
y vio que tenia arr1' ba un trazo oblicuo. Robert habia aterrizado en un bosquecillo de
gigantescos unos.
El aire a sualrededor zumbaba. Corno rnosquitos, los mimeros bailaban ante sus
narices. Intento espantarlos con ambas manos, pero eran demasiados, y sintié que
cada vezmas de esos diminutos doses, treses, cuatros, cincos, seises, sietes, ochos
y nueves empezaban a rozarlo. A Robert Ie resultaban ya lo bastanterepugnantes
las polillas y las mariposas nocturnas como para que esos bichos se le acercaran
demasiado.
-¢‘Te molestan? -pregunto el anciano. Extendié Ia palmade su manita y ahuyenté a
los nfimeros con un soplo. De pronto el aire estaba Iimpio, solo los unos, altos come
16 Preparado por Patricio Barros
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