El Diablo En El Cuerpo
El diablo en el cuerpo
Edición de Lourdes Carriedo
Traducción de Lourdes Carriedo
PRIMERA EDICIÓN
MÉXICO, 1991
Letras Universales
Diseño de cubierta: Diego Lara
Ilustración de cubierta: Dionisio Simón
Primera edición
México, 1991
Derechos reservados
© Ediciones Cátedra, S.A. 1990.
Derechos de edición para la lengua española
Red EditorialIberoamericana, S.A. (REI)
Derechos de edición en Latinoamérica
Red Editorial Iberoamericana México, S. A. de C. V. (REI-MÉXICO)
Derechos de edición para México
Lago Mayor 186, Col. Anáhuac, Delegación Miguel Hidalgo
Código Postal 11320, México, D. F.
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial
Registro Número 1762
ISBN: 84-376-0652-7 (Ediciones Cátedra)
ISBN; 968-456-244-6(REI-MEXICO)
Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del texto de la presente obra bajo cualquiera de sus formas, electrónica o mecánica, sin el consentimiento previo y por escrito del editor.
Impreso en México
Printed in México
EL DIABLO EN EL CUERPO
Voy a exponerme a grandes reproches. Pero, ¿qué le voy a hacer? ¿Acaso tuve yo la culpa de haber cumplido doce añosalgunos meses antes de la declaración de la guerra?. Los trastornos que me deparó aquel periodo extraordinario fueron, sin lugar a dudas, de una índole que no suele nunca experimentarse a tal edad; pero como nada es capaz de hacernos madurar a pesar de las apariencias, habría de comportarme como un niño en una aventura en la que hasta un adulto se hubiera encontrado en apuros. No soy el único. Miscompañeros guardarán de aquella época un recuerdo que no corresponde con el de sus mayores. Que aquellos que ya están en contra mía traten de imaginar lo que la guerra supuso para muchos chicos: cuatro años de grandes vacaciones.
Vivíamos en F..., a orillas del Marne.
Mis padres reprobaban la amistad entre chico y chica. La sensualidad, que nace con nosotros y se manifiesta todavía a ciegas, enlugar de desaparecer por ello, aumentó.
Nunca he sido un soñador. Lo que a los demás, más crédulos, parece ensoñación, a mí me parecía tan real como el queso le parece al gato, aun a través de la campana de cristal. Sin embargo, la campana existe.
Si la campana se rompe, el gato se aprovecha, incluso si los que la rompen son sus amos y se cortan las manos.
Hasta los doce años no me recuerdoen amorío alguno, excepto el de una niña llamada Carmen a la que hice llegar, por medio de un muchacho más joven que yo, una carta en la que le declaraba mi amor. Me permitía solicitarle una cita en nombre de ese amor. Mi carta le había sido entregada por la mañana, antes de que fuera a clase. Había elegido a la única niña que se me parecía porque era muy limpia y siempre iba al colegio acompañadade una hermana pequeña, igual que yo del mío. Con el fin de que aquellos dos testigos guardaran silencio, pensé en casarlos, de algún modo. Añadí, pues, a mi carta, otra para la señorita Fauyette de parte de mi hermano, que aún no sabía escribir. Expliqué a mi hermano mi proceder, y nuestra posibilidad de encontrarnos con dos hermanas de nuestra misma edad y provistas de tan excepcionales nombresde pila. Pude comprobar tristemente que no me había equivocado respecto a la buena educación de Carmen cuando volví a clase, después de haber almorzado con mis padres, que me mimaban y nunca me reñían.
Apenas mis compañeros se habían sentado en sus pupitres —mientras que yo, como primero de la clase, me hallaba en la tarima del aula, agachado para coger de un armario los libros para la lecturaen voz alta—, entró el director. Los alumnos se levantaron. Llevaba una carta en la mano. Me flaquearon las piernas, se me cayeron los libros, y los fui recogiendo mientras que el director hablaba con el profesor. Los alumnos de los primeros bancos se volvían ya hacia mí, ruborizado en el fondo del aula, pues oían que se cuchicheaba mi nombre. Por fin, el director me llamó y para reprenderme con...
Regístrate para leer el documento completo.