El Diablo En La Botella 1

Páginas: 53 (13133 palabras) Publicado: 13 de septiembre de 2015
R. L. STEVENSON

LA BOTELLA DEL DIABLO

La Botella del Diablo
R. L. Stevenson
© Pehuén Editores, 2001

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R. L. STEVENSON

LA BOTELLA DEL DIABLO

I

V

OY A HABLAR DE UN HOMBRE NATIVO DE LA ISLA DE HAWAI.

Lo designaré con el nombre de Kaewe, que no es el
suyo, pues, como ese hombre vive todavía, y como no
conviene que el héroe de esta historia sea identificado, debo por
fuerza acudir alseudónimo. Baste saber que la persona a quien
me refiero nació cerca de Honaunau, lugar en donde hay una
cueva que guarda los huesos de Keawe el Grande. Nuestro protagonista era pobre, valiente y activo. Leía y escribía como cualquier maestro de escuela. Pero su especialidad era la marinería,
en la que se distinguió, ya como tripulante de los vapores isleños, ya, sobre todo, como patrón de un balleneroque operaba en
las costás de Hamkua. Pero un día Keawe tuvo la tentación de
los grandes viajes y de las grandes ciudades del extranjero, y para
dar satisfacción a su ansiedad tomó pasaje a bordo de un buque
de la línea de San Francisco.
Sabéis que ésta es una ciudad espléndida, que tiene una bahía de primer orden, y que figura entre las más ricas del mundo.
Sabéis que hay en esa ciudad una colinaenteramente cubierta

© Pehuén Editores, 2001

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LA BOTELLA DEL DIABLO

de palacios. Pues bien; Keawe se paseaba un día por los declives
de esa maravillosa colina. Recreaba la vista en la contemplación
de los palacios, y gozaba de su paseo como quien lleva muchos
dólares en el bolsillo.
–¡Qué casas tan hermosas! –decía Keawe para sí–. ¡Cuán
felices serán los que las habitan,pues, a lo que colijo, no ha de
preocuparles el mañana!
Apenas acababa de pronunciar estas palabras, cuando llegó
frente a una casa, menos grande que las otras, pero no menos
elegante que ellas, y dispuesta con tanto primor que parecía un
juguete. Las gradas de la escalinata brillaban con reflejos argentinos, las orillas de los prados del jardín tenían el aspecto de guirnaldas arrojadas sobre elcésped, y las ventanas eran de cristales
tan puros que brillaban como pedrería. Keawe no pudo menos de
detenerse para admirar aquella casita encantadora. Paseaba la vista por la fachada, cuando sus ojos descubrieron la presencia de un
caballero que a su vez examinaba atentamente a Keawe. Aquel
caballero estaba en el interior de un aposento, pero Keawe lo vio
con tanta claridad, a través de lavidriera, como si fuera un pez de
esos que vemos desde la altura de una roca en el fondo de un
estanque diáfano. Era un hombre de cierta edad, calvo y con barba negra. En sus facciones llevaba impresas las huellas del dolor,
y su pecho se levantó a impulsos de un profundo suspiro. Instantáneamente se estableció una corriente de simpatía entre el viajero kanaka y el californiano: Keawe envidiaba al dueñode la casita, y el dueño de la casita envidiaba a Keawe.
El caballero sonrió, saludó a Keawe y lo invitó para que
entrara.
–Esta deliciosa casa es de mi propiedad –dijo el caballero,
suspirando amargamente–. ¿Quiere usted visitarla?
Guió a Keawe por todos los aposentos, desde la covacha
hasta el tejado, y el kanaka vio con asombro que la casa no tenía
un solo defecto.

© Pehuén Editores, 2001

–Enverdad –dijo Keawe–, ésta es una hermosa casa. Si fuera
mía, y yo viviera en ella, pasaría el día entero entregado a los
más risueños pensamientos. ¿Cómo se explica, pues, que usted
suspire tanto y con tanta tristeza?
–No hay razón para que usted no sea dueño de una casa
exactamente igual a ésta, y aun mejor si usted lo desea. Supongo
que tendrá dinero...
–Tengo cincuenta dólares –respondió Keawea la interrumpida pregunta del caballero–. Pero creo que una casa como ésta
costará más de cincuenta dólares.
El caballero hizo mentalmente un cálculo y dijo:
–Siento que no tenga usted más, porque esto puede ser para
usted causa de penas en lo porvenir; pero si usted quiere, la casa
puede ser suya por cincuenta dólares.
–¿Puede ser mía esta casa por cincuenta dólares?
–La casa precisamente,...
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