El dr. jekyll y mr. hyde

Páginas: 110 (27440 palabras) Publicado: 15 de junio de 2011
LIBROdot.com
R. L. Stevenson
El Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Historia de la puerta

Mr. Utterson, el abogado, era hombre de sem¬blante adusto jamás iluminado por una sonrisa, frío, parco y reservado en la conversación, torpe en la expresión del sentimiento, enjuto, largo, seco y melancólico, y, sin embargo, despertaba afecto. En las reuniones de amigos y cuando el vino era de su agrado, sus ojosirradiaban un algo eminentemente humano que no llegaba a reflejarse en sus palabras pero que hablaba, no sólo a través de los símbolos mudos de la expresión de su rostro en la sobremesa, sino también, más alto y con mayor frecuencia, a través de sus acciones de cada día. Consigo mismo era austero. Cuando estaba solo bebía ginebra para castigar su gusto por los buenos vinos, y, aunque le gustabael teatro, no había traspuesto en veinte años el umbral de un solo local de aquella especie. Pero reservaba en cambio para el prójimo una enorme tolerancia, meditaba, no sin envidia a veces, sobre los arrestos que requería la comisión de las ma-las acciones, y, llegado el caso, se inclinaba siempre a ayudar en lugar de censurar. -No critico la herejía de Caín -solía decir con agudeza-. Yo siempredejo que el prójimo se destruya del modo que mejor le parezca.
Dado su carácter, constituía generalmente su destino ser la última amistad honorable, la buena influencia postrera en las vidas de los que avanza¬ban hacia su perdición y, mientras continuaran fre¬cuentando su trato, su actitud jamás variaba un ápice con respecto a los que se hallaban en dicha si¬tixación.
Indudablemente, talcomportamiento no debía resultar dificil a Mr. Utterson por ser hombre, en el mejor de los casos, reservado y que basaba su amis¬tad en una tolerancia sólo comparable a su bondad. Es propio de la persona modesta aceptar el círculo de amistades que le ofrecen las manos de la fortuna, y tal era la actitud de nuestro abogado. Sus amigos eran, o bien familiares suyos, o aquellos a quienes conocía hacía largosaños. Su afecto, como la hiedra, crecía con el tiempo y no respondía necesariamente al carácter de la persona a quien lo otorgaba. De esa clase eran sin duda los lazos que le unían a Mr. Ri¬chard Enfield, pa-riente lejano suyo y hombre muy conocido en toda la ciudad. Eran muchos los que se preguntaban qué ve-rían el uno en el otro y qué po¬drían tener en común. Todo el que se tropezara con ellosen el curso de sus habituales paseos dominica¬
les afirmaba que no decían una sola palabra, que pa¬recían notablemente aburridos y que recibían con evi-dente agrado la presencia de cualquier amigo. Y, sin embargo, ambos apreciaban al máximo estas ex¬cursiones, las consideraban el mejor momento de toda la semana y, para poder disfrutar de ellas sin inte-rrupciones, no sólo rechazaban oportunidadesde diversión, sino que resistían incluso a la llamada del traba-jo.
Ocurrió que en el curso de uno de dichos paseos fueron a desembocar los dos amigos en una calle¬juela de uno de los barrios comerciales de Londres. Se trataba de una vía estrecha que se tenía por tran¬quila pero que durante los días laborables albergaba un comercio floreciente. Al parecer sus habitantes eran comer-ciantesprósperos que competían los unos con los otros en medrar más todavía dedican¬do lo sobrante de sus ganancias en adornos y coque¬terías, de modo que los escaparates que se alineaban a ambos lados de la calle ofrecían un aspecto real¬mente tentador, como dos filas de vendedoras son¬rientes. Aun los domingos, días en que velaba sus más granados encantos y se mostraba relativamente poco frecuentada, lacalleja brillaba en compara¬ción con el deslucido barrio en que se hallaba como reluce una hoguera en la oscuridad del bos-que aca¬parando y solazando la mirada de los transeúntes con sus contraventanas recién pintadas, sus bron-ces bien pulidos y la limpieza y alegría que la caracteri¬zaban.
A dos casas de una esquina, en la acera de la iz¬quierda yendo en dirección al este, interrumpía la línea...
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