El Drama De Las Mulas De La Droga

Entre la seducción y el miedo
El drama de los “mochileros” de la droga

Los matices del maltrato y la explotación que sufren niños, niñas y adolescentes en nuestro país son variados, desde la mendicidad callejera a la prostitución infantil; pero los que se relacionan con las actividades del narcotráfico están, sin duda, entre los más sórdidos.

El uso de niños y adolescentes como “campanas”, suparticipación en la venta al menudeo, esconder entre sus ropas y accesorios o incluso en su propio cuerpo la mercancía, etc. son prácticas comunes del tráfico de drogas; las razones para esta predilección son obvias: la imposibilidad legal para imputar delitos al niño, la facilidad con la que la promesa del dinero fácil lo gana, el poder de la amenaza y el castigo sobre su personalidad en formacióny la aceptación del consumo y la comercialización de drogas como una realidad que forma parte de su vida diaria; pero tal vez la parte mas detestable de toda esta situación sea constatar que la mayor parte de las veces, son los propios padres o tutores los que involucran a sus hijos e hijas en estas actividades.

Como todos los fenómenos sociales, el narcotráfico varía. Sus métodos y estrategiasresponden y se adaptan a las características y vaivenes de su mercado, en ocasiones tan o más rápido que cualquier negocio formal. Estoy sentado en una banca de la plaza de armas de Tarapoto en San Martín y recuerdo la primera vez que estuve en esta región; corría, si mal no recuerdo, el año 1995 y un hecho me llamaba la atención, la profusión de zapatillas de marcas extranjeras a precios muyelevados; ante la pregunta obvia sobre quienes eran los principales consumidores de estos productos, la respuesta del vendedor fue: “Los jovencitos que vienen del monte”; los jovencitos a los que hacía referencia mi interlocutor eran los llamados “traqueteros”, adolescentes o jóvenes cuya tarea era ir de chacra en chacra recolectando paquetes de pasta básica de cocaína o de pasta lavada (llamados“quesos”) de las caletas o escondrijos de la droga y llevarlos a las zonas de acopio de donde continuaban camino a las zonas de refinamiento y despacho a los grandes mercados.

“Traquetear” se convirtió para el imaginario juvenil de la época en una estrategia para el ascenso entre pares y la obtención de poder económico que les ofrecía una ilusión de libertad. El “traquetero”, mayoritariamente varón,tenía pues, el aura de aventurero exitoso, independiente, retador y vencedor del status quo y la autoridad endeble de la época; era admirado, envidiado y deseado. Se construyó toda una imagen sobre él: Montado en su rápida moto, con zapatillas de marca, pantalón jean y casaca cortavientos de colores chillones, gorra y lentes oscuros y, por encima de todo, el elemento distintivo: la mochila cargadaa tope de alijos de PBC. Características que hacían de estos muchachos, figuras fácilmente reconocibles en la carretera.

Aún en aquellos turbulentos fines de los Noventas y en medio de una calle de un pequeño poblado adentrado en la selva, recuerdo haberme cruzado con una promocionada vedette de la época, identificable por las toneladas de maquillaje, tinte para el cabello y vestimenta extrañaal lugar; una imagen de surrealismo felliniano en medio de las pequeñas casitas de tejas, las calles de tierra sin asfaltar, los niños sin zapatos que la seguían con curiosidad y los pobladores que la miraban, unos con extrañeza otros con exacto reconocimiento de la naturaleza de su visita. Consultado uno de estos últimos, me responde: “Viene a trabajar en la discoteca”. Segunda sorpresasurrealista, en este pequeño rincón de la patria, donde aparentemente faltaba todo, no escaseaban tres cosas: licores, artistas de dudoso talento y discotecas; locales ruidosos y cargados de neón, donde consumir ambos productos. Ante la consulta sobre quienes iban a verlos, la respuesta era escueta pero fácilmente comprensible: “los jóvenes y los patrones”. Es fácil asociar el término “patrón” con...