El duelo
NO HABRA TREGUA PARA LOS REYES Poul Anderson 1963
Antiguas e inmutables, prosigan, ¡prosigan las Trompetas! Una vez más las Trompetas, pues el suelo estremecido trae por encima del mar el clamar ronco de las Trompetas> Trompetas de la Vanguardia que ha jurado: ¡no habrá tregua para los Reyes! RUDYARD KIPLING
-¡UNA CANCIÓN, CHARLIE! ¡UNA canción! Todosestaban ebrios, y los oficiales jóvenes del extremo lejano de la mesa hacían apenas más ruido que los mayores sentados cerca del coronel. Las alfombras y colgaduras no bastaban para apagar el tumulto, los gritos, las botas que golpeaban el suelo, los puñetazos en las mesas de roble, los brindis de las copas, que resonaban de un muro de piedra a otro. Arriba, entre las sombras que ocultaban losmástiles, las banderas del regimiento flotaban con la brisa, como uniéndose al caos. Abajo, las luces de las linternas suspendidas y de las chimeneas rugientes centelleaban sobre los trofeos y las armas. El otoño llegaba temprano en el monte Eco, y afuera soplaba la tormenta. El viento ululaba en las torres de los vigías, y la lluvia azotaba los patios; un ruido sordo que entraba en los edificios y searrastraba por los corredores, Como si fuese cierta la leyenda de que los muertos del batallón salían del cementerio en la noche del diecinueve de setiembre y trataban de unirse a la celebración, aunque hablan olvidado el camino. Nadie parecía impresionado sin embargo ni aquí ni en las barracas, excepto quizá el mayor. La tercera división, los Gatos Monteses, y sobre todo el regimiento PiedrasRodantes del fuerte Nakamura, tenía fama de ser la más turbulenta del ejército de los Estados Pacíficos de América. -¡Adelante, muchacho! En toda esta maldita sierra, sólo tú tienes algo que parece una voz -llamó el coronel Mackenzie. Se soltó el cuello de la túnica negra y se echó hacia atrás, con las piernas apartadas, la pipa en una mano y el frasco de whisky en la otra. Era un hombre rechoncho, deojos azules y párpados arrugados, cabellos cortos y rojizos. -Oh, querido Charlie, querido- cantó el capitán Hulse. El ruido se apaciguó un poco y el capitán calló. El joven teniente Amadeo se puso de pie, sonrió y entonó una estrofa que todos conocían bien: -Yo soy un gato montés, y aguardo el paso del mulo, y cada vez que me asomo, el viento me hiela... -Coronel, señor, perdón. Mackenzie se volvióy se encontró con la cara del sargento Irwin. La expresión del hombre lo sorprendió -¿SI? -Soy un héroe sanguinario, y me he ganado la orden de la flecha y la manzana... -Acaba de llegar un mensaje, señor. El mayor Speyer quiere verlo ahora mismo. Speyer no era aficionado a emborracharse y se había ofrecido como voluntario para el servicio nocturno. Mackenzie se estremeció al recordar las últimasnoticias de San Francisco. El batallón aulló el coro y nadie vio que el coronel golpeaba la pipa y se ponía de pie.
file:///Z|/C/_ariel/docs/Lectura/Anderson%20Poul/No%20Habra%20Tregua%20para%20los%20Reyes%20(1963).htm[06-01-2010 23:17:06]
NO HABRA TREGUA PARA LOS REYES
-El cañón hace bum, bumbum, bumbum, el cohete brum y la flecha zum-zum... Todos los Gatos Monteses dignos de esenombre pretendían que nunca se encontraban en mejor estado que luego de empinar bien el codo. Mackenzie no prestó atención al calor que sentía en las venas. Caminó en línea recta, y al pasar junto a la panoplia estiró la mano automáticamente y tomó su arma. La canción lo persiguió hasta el vestíbulo. -En las raciones del día no nos faltan los gusanos. El café es un buen extracto del barro deSacramento> y la salsa de tomate... Las linternas estaban más espaciadas en el corredor. Los retratos de los comandantes anteriores miraban al coronel Mackenzie y al sargento desde unas sombras grotescas. Las pisadas resonaban demasiado. Mackenzie se metió entre un par de piezas de campaña que flanqueaban una escalera -habían sido capturadas en Rock Springs durante la guerra de Wyoming, una generación...
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