El Duende

El duende
Sentado sobre un tronco, como muchos de aquellos traídos en camiones desde el monte chaqueño, Medardo hizo todo el ritual para servirse un mate cebado. Junto a la pavita de aluminio ya quemada por las brasas de los hornos que calentaban las estufas, estaba el mate que había heredado de su padre. Era uno de calabaza, pues era lo común entre la gente del campo. Un poco de azúcaracompañaba a la yerba barata comprada durante el día en el almacén de Doña Delicia. Viejita, pero carera a la apreciación de todos aquellos que trabajaban en la finca. Junto al instrumental necesario para hacer el mate cebado, bebida que de acuerdo al populacho servía para aguantar al sueño, estaba la vieja bombilla recostada sobre un repasador de tela percudida por el uso. Era de aquellas que frente alagua caliente quemaba los labios y que por el uso ya se estaba rajando por la parte inferior. Muchas veces por esa rendija se colaba el polvillo de la yerba que provocaba el disgusto de muchos. Sin embargo, al no haber otra, no había razón de hacerse el exquisito con detalles extremistas. Era lo que había y ante la ausencia de una mejor, por más que fuera obsoleta, Medardo hizo su primer sorbocomo si fuera el único. Al fin y al cabo, él ya estaba acostumbrado a no ser exigente con las cosas de la vida, particularmente con la suya. Embarazo indeseado, matrimonio compulsivo, sueldo magro, casa deplorable, existencia maldita. Digamos, al ojo de un buen observador, su vida tenía de todo como para sentarse al menos o por lo menos a meditar a las dos de la madrugada. Como es obvio, no defilosofía. No porque no pudiera, sino porque los problemas cotidianos eran más importantes. Estos acechaban diariamente a la familia recién conformada, aunque obligada por los principios de la mamá grande que había dicho tajantemente: “hijito si has embarazado a una mujer, te vas a tener que ir buscando un lugar donde vivir”. Una de las principales preocupaciones en aquel febrero lluvioso era el sueldoque no alcanzaba. Otra se relacionaba con el modo de cómo iba a afrontar su rol de padre. Esta era una cuestión esencial a resolver pues nadie le había enseñado, ni siquiera su padre. Del carnaval y las carpas podría decirse que era una preocupación transitoria, pero motivo para pensar al fin porque en esa temporada tanto Medardo como Felipa acostumbraban a visitar al Tío Manuel y esosignificaba gastos. Empero a las preocupaciones de orden familiar, a aquel joven, como muchos en su situación, también le interesaba conservar el trabajo. En tal sentido, había algo que le angustiaba y era que no debía dormirse, pues el patrón lo había estado vigilando desde el domingo pasado. El sabía que no lo tenía que hacer, pues si lo hacía seguro iba a ser despedido de la finca como muchos aquellosque habían estado de estuferos. Su objetivo, por ende, era el de conservar la temperatura de la estufa de manera estable, pues apenas unos minutos de descuido por haberse quedado dormido, era causal de que la calidad de la hoja ya secada no fuera la óptima. De ello dependía su trabajo. Ese era el destino del estufero: cuidar que los hornillos no se apagaran por falta de leña y que la temperaturaambiental de las estufas permitiera un secado equilibrado de la hoja del tabaco, siguiendo cada una de las fases al interior de esas grandes moles de adobe. Así después del maduramiento, Medardo sabía que venía el proceso que llamaban de levante que producía el secado del paño. Si la hoja, ya secada, era de color dorado seguramente el patrón se alegraría, pues el tabaco era de buena calidad. Despuésdel secado, venía un último proceso que correspondía la deshidratación de las venas de las hojas, cuestión arto difícil que requería de la experiencia del estufero. Muchas veces cuando recién comenzó a estufar, su poca experiencia en el arte lo inducía a apagar los hornos antes de tiempo. Por tal razón, al descargarse las estufas se terminaba descubriendo que parte de las venas no habían secado...