El Erotismo En El Arte
por Elena Bossi
Existe un género dentro del arte definido, por su temática, como erótico: literatura
erótica, pinturas o esculturas eróticas. En general, se suele nombrar como arte
erótico aquel que provoca un placer que involucra al cuerpo. Sin embargo, nos dice George Bataille:
“La mera actividad sexual es diferente del erotismo; la primera se da en la vida
animal , y tan sólo la vida humana muestra una actividad que determina, tal vez, un
‘aspecto diabólico’ al cual conviene la denominación de erotismo [...] Aquellos que
tan frecuentemente se representaron a sí mismos en estado de erección sobre las paredes de una caverna no se diferenciaban únicamente de los animales a causa
del deseo que de esta manera estaba asociado ‐en principio‐ a la esencia de su ser.
Lo que sabemos de ellos nos permite afirmar que sabían ‐cosa que los animales
ignoraban‐ que morirían.”[2]
Preferimos referirnos aquí al erotismo en un sentido más amplio según el cual el
arte siempre es erótico. Resulta difícil separar el placer en “espiritual” y “físico”, y el intento de entender el erotismo consiste, en este recorrido, en una búsqueda
relacionada con el aspecto estético. Reflexionar acerca del erotismo con el fin de
aproximarnos al arte en general.
Frente a una obra de arte que emociona y conmueve profundamente, uno siente
algo parecido al deseo físico: deseamos poseer de algún modo ese cuadro, la música, la obra de arte. Ese deseo proviene de la conciencia de la propia muerte y
de nuestra imposibilidad de conocer la realidad.
En una novela de Pierre Klossowski, Roberte, esta noche, Octave, el marido de
Roberte sufre porque no puede poseer a su mujer por completo. No puede
conocerla desde el punto de vista de otros. Si para su sobrino, Roberte es “atenta y
severa”, él no puede actualizar estos aspectos de su mujer. Este hecho la vuelve siempre misteriosa y así, Roberte nunca es poseída del todo y esto lleva a Octave a
la perversión de espiarla cuando está con otros hombres para tratar de entrever
aquello que le resulta imposible de conocer.
El deseo, el deseo de "poseer" el "secreto" de una obra de arte que nos ha
conmovido profundamente, como la obsesión del marido de Roberta, permite establecer un paralelismo: podríamos decir que uno realmente se enamora de las
obras, desea contemplarlas desde todos los posibles puntos de vista; siente por
ellas una nostalgia premonitoria. Pronto partiremos y el tiempo para conocerla y
disfrutarla es breve. Volvemos cada vez que nos es posible a mirar algunos cuadros
y lamentamos tener que irnos y dejarlos. Nos resulta penoso pensar que ya no los
tendremos cerca como si tuviésemos que abandonar un amor. Lamentamos el final de un concierto y tratamos de prolongar su recuerdo en la memoria. Sentimos
pena cuando una obra de teatro que disfrutamos llega a su fin, o cuando
terminamos de leer un libro; y volvemos a buscar ciertos fragmentos y a releerlos
una y otra vez. Así también nos alegramos al reencontrar en algún museo una obra
1 amada o cuando alguien nos recuerda un libro o una pieza musical. Recorremos los
libros leídos en nuestra memoria y hablamos de ellos con lujuria. Y muchas veces
asociamos la emoción estética al orgasmo, a esa “pequeña muerte” de los
franceses.
Hay un fragmento de la Odisea, muy bello, un momento conmovedor: en el canto
VI: Nausica, impulsada por Atenea, pide permiso a su padre para ir a lavar las ropas. Ella menciona las ropas de los demás, pero no los propios vestidos para su
boda pues, según se nos dice, tenía pudor de mencionar la boda frente a su
padre[3]. Este silencio da otro significado a la aparición de Odiseo: mencionar el
temor de pronunciar las palabras instala inmediatamente la imagen de lo ...
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