El esclavo
-Buenos días -me dijo tímidamente mirando hacia el suelo.
-Buenos días -le contesté de lo más natural.
-Aquí está tu medicina-dijo, dejando un par de pastillas sobre el buró junto a mi cama. Revisé que todo estuviera en orden en la habitación, mientras yo la seguía con la mirada.-Ya me voy -comentó nerviosa-. Si necesitas algo me puedes llamar apretando este botón -continuó, como queriendo averiguar si yo estaba enterado de lo quehabla sucedido.
-Gracias, ¡qué amable! -le contesté fingiendo que todo estaba bien.
Se encaminó hacia la salida y cuando estaba a punto cruzar la puerta lepregunté:
-Por cierto... ¿Qué sucedió con la mujer que necesitaba los riñones?
Su rostro palideció y abrió los ojos como si hubiera visto a un fantasma.Es obvio que se dio cuenta de que yo lo sabía todo.
-La... la... mujer; ella está bien, encontró a un donante el mismo día que despertaste -dijotartamudeando y notablemente nerviosa.
No comentó nada más y cerró la puerta. Después me enteré de que ella y el doctor con el que había planeado vender mis órganos,abandonaron su trabajo ese día, seguramente temiendo que yo los delatara. No se volvió a saber de ellos.
Recuerdo muy bien el día que me visitaron misfamiliares, mi madre estaba tan emocionada que entró corriendo a la habitación y me abrazó con fuerza, tomó mi cara entre sus manos y me llenó de besos.
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