El escritor boliviano Nataniel Aguirre
FRAGMENTO
El 27 de mayo, a la horaen que rodeados de la mesa, la abuela sentada en la única silla y todos los demás de pie, acabábamos de tomar alegremente el almuerzo preparado por Clarita, llegaron acezando a la puerta diez o docemujeres del mercado, entre las que reconocí a mi pobre María Francisca más haraposa que nunca.
Ya vienen... están en La Angostura. Dicen que matan a todos los que encuentran... que han quemado lascasas... ¿qué va a ser de nosotras, Virgen Santísima de las Mercedes?, dijeron todas juntas en quichua, pronunciando a un tiempo cada una alguna de las frases anteriores u otras parecidas.
Laabuela se levantó golpeando fuertemente la mesa con su báculo. ¡Ya no hay hombres! gritó.
¡Se corren delante de los guampos condenados! Ven aquí... ¡vamos, hija! continuó buscando con la mano a Clara,quien se acercó pálida y temblorosa a ofrecerle el hombro. ¡Adelante, todos! concluyó señalando con su palo la calle. Salimos todos. María Francisca recibió el encargo de cerrar la puerta y deseguirnos. Nuestra intrépida generala consentía que nadie, ni la infeliz mujer medio idiotizada se quedase sin participar de la gloria que se prometía hacer conquistar a los patriotas.
¡Viva la patria!gritamos al poner los pies en la calle. ¡Mueran los chapetones! Ahora, sí, ahora debemos gritar: ¡mueran los chapetones! hijos míos exclamó la andina con voz vibrante que dominaba las de los demás.Tomamos, gritando siempre de aquel modo, la calle de los Ricos, que conducía directamente a la plaza. Las puertas de las casas se cerraban con estrépito y oíamos asegurarlas por adentro.
Habían...
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