El espejo enterrado
Un vistazo a lo que ocurre a las repúblicas latinoamericanas al finalizar el siglo XX nos llevaría a responder negativamente. En Caracas o en la Ciudad de México, en Limao en Río de Janeiro, el quinto centenario del "descubrimiento" nos sorprendió en un estado de profunda crisis: inflación, desempleo, pobreza e ignorancia crecientes.. Un sentimiento de frustración, deilusiones perdidas y esperanzas quebrantadas. Frágiles democracias, amenazadas por la explosión social. Pero esta crisis reveló algo que permaneció en pie, algo de lo que no habíamos estadototalmente conscientes durante las décadas precedentes. Algo que en medio de todas nuestras desgracias permaneció en pié: nuestra herencia cultural. Lo que hemos creado con la mayor alegría ,la mayor gravedady el riesgo mayor. La cultura que hemos sido capaces de crear durante los pasados quinientos años, como descendientes de indios, negros y europeos, en el Nuevo Mundo.
La crisis que nos empobreciótambién puso en nuestras manos la riqueza de la cultura, y nos obligó a darnos cuenta de que no existe un solo latinoamericano, desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos, que no sea heredero legítimo detodos y cada uno de los aspectos de nuestra tradición cultural. Esa tradición que se extiende de las piedras de Chichén Itzá y Machu Pichu a las modernas influencias indígenas en la pintura y laarquitectura. Del barroco de la era colonial a la literatura contemporánea de Jorge Luís Borges y Gabriel García Márquez.
Pocas culturas del mundo poseen una riqueza y una continuidad comparables.
Enlas tumbas de los sitios religiosos más antiguos se han encontrado espejos enterrados cuyo propósito, ostensiblemente, era guiar a los muertos en su viaje al inframundo. Cóncavos, opacos, pulidos,...
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