El Eternauta

Páginas: 117 (29235 palabras) Publicado: 31 de mayo de 2012
El Eternauta:
Un crujido en la silla del otro lado del escritorio. Alcé los ojos y ahí estaba, otra vez.
El Eternauta, mirándome con esos ojos que habían visto tanto.
Durante un largo rato se quedó ahí, mirando sin ver el tintero, los libros, los papeles desordenados sobre el escritorio.
-Te conté de Hiroshima... -dijo y apoyó la cabeza ya blanca sobre la mano-. Te conté de Pompeya...
Hizouna pausa, me miró sin verme; de pronto sonrió.
-Ni yo mismo sé por qué te hablo de todo eso... -y la voz le venía de quién sabe qué eternidad de espanto, de quién sabe qué inmensidad de dolor y angustia-. Quizá te hablo de todo esto para borrar con otro horror el horror que trato de olvidar. Mientras cuento vuelvo a vivir lo que cuento... Y si hablo de Hiroshima, si hablo de Pompeya, olvido elhorror máximo que me tocó vivir. ¿Qué fue Pompeya, qué fue Hiroshima al lado de Buenos Aires arrasado por la nevada?
Volvió a callar. En el cuarto vecino, alguna de mis hijitas se revolvió en la cama. Me estremecí. ¡Qué desnudos estamos en el mundo, qué blanco fácil somos!
-Ya te conté... -el Eternauta vacilaba en reanudar su relato- cómo me separé de Elena y de Martita. Ya te conté cómo,buscándolas, quedé perdido en el espacio y en el tiempo... Lo que no te conté todavía es cómo siguió la invasión de los Ellos.
-¿Cómo? -lo interrumpí-. ¿Sabes acaso cómo terminó la invasión?
-Por supuesto que lo sé...

Los ojos se le redondearon de espanto y por un momento creí que iba a gritar.
-Por supuesto que lo sé... -repitió-. Yo volví a la Tierra poco después de que tratara de escaparmetiéndome con Elena y Martita en la cosmonave de los Ellos... Yo se lo pedí, y el Mano me ayudó a volver. Fue él quien me llevó a una extraña gruta abierta en la roca, una gruta con paredes de cristal con luces extrañas que saltaban de una pared a la otra. Era como estar en el centro de un endiablado fuego cruzado de ametralladoras luminosas que no hacían daño, que no hacían más que encandilar, aturdircon tanto destello multicolor. Allí creo que me desvanecí. Recuerdo sólo el rostro del Mano, iluminado por los destellos que le irisaban los cabellos, mirándome con ojos que sonreían tristes. Sí, debí desvanecerme. Y la gruta de los crista¬les debió ser otra máquina del tiempo.

Cuando volví en mí, cuando volví a ser dueño de mis sentidos, me encontré en el lugar menos esperado: estaba en el agua,nadando. Un agua bastante fría, color marrón. Un río ancho aunque no demasiado, pero muy caudaloso. Sauces en las orillas, un árbol de flores rojas: seguro que un ceibo.
Orillas familiares, muy familiares... Comprendí en seguida que eso era el Tigre. Y cuando reconocí un chalet supe que estaba en el río Capitán, no lejos del recreo "Tres Bocas".
La corriente era fuerte. Yo había dejado deluchar contra ella y me dejaba llevar, nadaba oblicuamente hacia la orilla con los sauces verdes y los ceibos de flores rojas... Una "golondrina de agua" me pasó por delante, con chirrido leve, y se alejó rozando el agua. Seguí nadando. El corazón me latió con renovado ímpetu. Y no era por el frío del agua. Era la golondrina lo que me reanimaba...
La golondrina, las rojas flores del ceibo,significaban que todo vivía en aquel lugar, que estaba en una zona donde no había caído la nevada mortal. Un lugar donde no hacían falla los trajes espaciales, donde se podía mirar el cielo azul y hasta había olor a madreselvas en el aire...
Un dedo del pie se me endureció; comprendí que empezaba a acalambrarme. Me di cuenta de que me estaba extenuando y no podría seguir en el agua mucho más. Lo mejor seríanadar cuanto antes hacia la orilla.
Redoblé el vigor de las brazadas. Me fui quedando sin aliento pero avancé apreciablemente; dejé la parte donde la corriente era más fuerte y me encontré por fin cerca de la orilla. Me dejé llevar hasta un muelle que penetraba varios metros en el río, me tomé de uno de los troncos que lo sostenían y, aliviado, traté de normalizar el ritmo de la respiración....
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