el etnografo
En launiversidad leaconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera suhabitación en unatoldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta.Murdock aceptócon alacridad.
Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que loaguardaban;tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos.
Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie.Selevantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos ylaciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba.
Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia
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