el fantasista

Páginas: 29 (7181 palabras) Publicado: 23 de mayo de 2013
Hernán Rivera Letelier
El Fantasista

A Oscar Báez, por mantenernos vivo
el recuerdo de Coya Sur.

I

Fue un lunes de octubre cuando aparecieron caminando por en medio de la calle desierta.
Era la hora de la siesta en la pampa. En el aire no
corría un carajo de viento y un sol de sacrificio
fundía los ánimos de todo lo que respirara sobre la
faz de la tierra.
El hombre y la mujeravanzaban silenciosos bajo la incandescencia del cielo.
Él venía delante, y ella, dos pasos atrás; ella
cargaba una pequeña maleta de madera con esquinas de metal, y él traía una pelota de fútbol bajo el
brazo, blanca y con cascos de bizcochos (de entradita supimos que era una de esas profesionales).
Los quedamos mirando sorprendidos.
El hombre vestía una camisa tropical, un
pantalóndemasiado ancho para su talla y zapatillas
de lona, y llevaba la pelota igual que los arqueros en
los desfiles de inauguración de campeonato. Aunque
demostraba tener unos cuarenta años, y parecía cojear levemente de no se sabía cuál de sus piernas arqueadas, caminaba con la actitud y la pachorra de un
crack. Además, cosa extraña para nosotros, llevaba
un cintillo en la frente. Detrás suyo, delgada ypequeña, mucho más joven que él, su melena roja ardiendo bajo el sol, la mujer lo seguía con una mansedumbre de animal doméstico. Él traía el rostro
bañado en sudor, ella no transpiraba una sola gota.

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—Esos dos parecen empampados —dijo alguien entre nosotros, tal vez el Cocata Martínez, que
trabajaba en la fábrica de hielo y paletas de helado.
La calle Balmaceda, por donde entraron,era la calle del comercio y la entrada principal del
campamento (Coya Sur tenía sólo seis calles, y las
seis de tierra). Pero ellos no aparecieron por el lado
de la pulpería, que era por donde se llegaba desde
las demás salitreras, sino por el lado de la Biblioteca
Pública. Y eso significaba una sola cosa: que la pareja de aparecidos venía caminando, a pleno sol, desde la mismísima carreteraPanamericana, distante
unos cuantos kilómetros hacia el oriente.
El hombre y la mujer cruzaban frente a la
cancha de rayuela cuando fueron envueltos por un
intempestivo remolino de arena; uno de esos remolinos gigantescos que aparecían bramando por
cualquier lado, haciendo batir con estrépito puertas y ventanas, desparramando la basura de los techos y ovillando el ecuménico hastío de latarde
pampina.
Ellos sólo atinaron a detenerse y cerrar los
ojos: la mujer afirmándose las polleras sin soltar la
maleta; el hombre con la pelota bajo el brazo, las
piernas abiertas en compás y la cabeza gacha, lo mismo que un futbolista recibiendo instrucciones para
ingresar a la cancha, o como el hermano Zacarías
Ángel orando en la calle antes de largarse a predicar
el advenimiento de lasegunda venida de Cristo.
Cuando el remolino terminó de pasar y se
perdió por el lado del Rancho Huachipato (donde
segundos antes los cuatro electricistas del campamento, como cuatro ánimas de mediodía, acababan
de entrar, sigilosamente, en fila india), el hombre y

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la mujer abrieron los ojos, escupieron arenilla, se
sacudieron un poco la ropa y siguieron su camino.
En realidadparecían no ir a ninguna parte.
Media cuadra más adelante, atraídos tal
vez por el bolero de José Feliciano que bostezaba
el wurlitzer —y que amelcochaba aún más la canícula de la siesta—, se detuvieron ante las puertas
de la pastelería Ibacache, justo enfrente de nosotros. Ahí se dejaron caer descoyuntados, adosando sus espaldas a las tibias calaminas del frontis.
Aunque hasta ese momento no habíancruzado
una sola palabra entre ellos, la mujer, que no dejaba de mascar chicle y hacer globitos rosados, daba la impresión de ser mucho más silenciosa y
desvalida que él. En su actitud había un aire casi
de penitencia.
Nosotros nos hallábamos sombreando bajo el alero de cañas del Rancho Grande, capeando
el calor con los helados que nos había traído el
Cocata Martínez y comentando las...
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