El fantasma

Páginas: 660 (164912 palabras) Publicado: 28 de febrero de 2012
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MADELEINE 1831-1840
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Fue un parto de nalgas y, por ello, estuve consciente del alboroto y la falta de delicadeza con que la comadrona me infundía ánimos, hasta el final de mi inocente ignorancia. -Ya no falta más que la cabeza, querida...; ya está casi...; su hijo ya casi ha nacido. Pero ahora debemos tener mucho cuidado. Haga exactamente lo que yo le diga, ¿me oye, señora?,exactamente. Asentí con la cabeza y aspiré jadeante aferrándome a la toalla que me habían colgado en el cabecera de madera de detrás de mi cabeza. La luz de la vela reflejaba enormes sombras en el techo, extrañas formas impúdicas que me resultaban singularmente amenazadoras en el desquiciante delirio del dolor. En ese último y solitario momento de penetrante angustia, me parecía que no quedaba nadie vivo enel mundo, excepto yo, y que me iban a dejar encerrada por toda la eternidad en aquella desolada cárcel de dolor. Hubo un gran estallido, una sensación desgarradora, y luego, paz... y silencio; el profundo silencio que produce la respiración contenida ante un hecho que resulta insólito. Abrí los ojos y me encontré con que la cara de la comadrona ---enrojecida por el esfuerzo durante sólo unosmomentos iba lentamente perdiendo el color, y con que mi doncella Simonette se apartaba de la cama tapándose la boca con una mano. Recuerdo que pensé: debe de estar muerto. Ésa es la impresión que tuve en esa fracción de segundo antes de conocer que la verdad era algo peor que eso mucho peor. Esforzándome por incorporarme contra la empapada almohada, dirigí la vista hacia las ensangrentadas sábanas dedebajo y vi lo que ellas habían visto. No grité; ninguna de nosotras gritó. Ni siquiera cuando le vimos hacer un débil movimiento y nos dimos cuenta de que no estaba muerto. El espectáculo de la cosa que yacía sobre la sábana era tan increíble que impedía toda posibilidad de movimiento a las cuerdas vocales. No hicimos más que mirar fijamente, las tres, como si esperásemos que el horror quesentíamos, y que nos había dejado sin habla, fuese a hacer que aquel espeluznante y aborrecible ser se desvaneciese volviendo al reino de las pesadillas, al que seguramente pertenecía. La comadrona fue la primera en reponerse de la parálisis, precipitándose a cortar el cordón umbilical con una mano que temblaba tanto que apenas podía sostener las tijeras. -¡Dios mío, ten piedad! - susurró, santiguándoseinstintivamente- ¡Cristo, ten piedad! Yo observé con una calma gélida e imperturbable cómo envolvía a la criatura en una toquilla y la dejaba caer en la cuna que estaba al lado de la cama. -Corre a buscar al padre Mansart -dijo a Simonette con voz temblorosa-. Dile que venga aquí de inmediato. Simonette abrió la puerta violentamente y se precipitó por las escaleras a oscuras sin dirigirme tansiquiera una mirada. Fue la última sirvienta que viviría bajo mi techo. No la volví a ver después de aquella noche terrible, pues no retornó ni a recoger sus cosas del cuarto de la buhardilla. Cuando vino el padre Mansart, vino solo. La comadrona le estaba esperando en la puerta. Había realizado todo lo que su deber le exigía y ahora estaba impaciente por irse y olvidar el papel que había desempeñadoen aquel mal sueño; tan impaciente -observé impasible- como para olvidarse de la cuestión de sus honorarios. -¿Dónde está la chica? -preguntó con apremiante enojo-. La criada, padre..., ¿no está con usted? El padre Mansart movió la cabeza, que empezaba a poblarse de canas. -La joven se negó a acompañarme aquí. Estaba alocada de miedo y no conseguí convencerla de

que viniese. -Bueno, eso no mesorprende -dijo la comadrona en tono misterioso-. ¿Le ha contado que el niño es un monstruo? No he visto en. toda mi vida una cosa como ésta..., y he visto algunas visiones, como bien sabe usted, padre. Pero no parece muy fuerte; supongo que eso es una suerte.... Yo escuchaba incrédula. Hablaban como si yo no estuviese allí, como si aquel horrible suceso me hubiese convertido en una especie de...
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