El gigante helado
Ralentizado, el grotesco humano, era igual que unamontaña infranqueable. La gente no parecía percibir su caminar pausado, como si siempre estuviese allí, esperando una erosión cualquiera.
Sus estornudos levantaban ventiscas que hacíantemblar a los seres humanos más alejados, los cercanos, los animales, las plantas,… perecían mientras maldecían el frio del gigante. No sabían que de no ser así, si la glaciación no sehubiese escondido en su interior, no quedaría nadie para odiarle, involuntariamente había salvado la tierra.
Los creyentes elaboraron una complicada cosmogonía a su alrededor. Idolatraban susinacciones, adoraban sus soplidos y veneraban los temblores de tierra que provocaban el caminar que no veían, eran los latidos de la montaña sagrada. Cada diciembre, el páramo helado que lorodeaba, se llenaba de beatos abrigados que cantaban las alabanzas a un ser que imaginaban. Lo creían en una cueva, en el pico más alto, formando los tiempos del clima.
Siempre habíaalguno que moría desnudo, intentando hacerse parte de sus dios. El resto los enterraban allí mismo y consagraban sus almas para que todos supiesen que habían sido llamadas por su devoción.Los científicos sabían que aquello no tenía ni pies ni cabeza. Todas las historias, desde el gigante, del que nadie hablaba, hasta el dios en la cueva, pasando por pequeños trasgos y hadasque no se habían visto… no dejaban de ser supersticiones, cuentos divertidos que podían justificarse en la necesidad de una respuesta a algo que aún no estaban capacitados para explicar.
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