el gobernante y el hombre frente al problema social costarricense
problema social costarricense
Dr. Rafael A. Calderón Guardia
Hay en la vida de todo hombre una demanda constante de
racionalización de sus propios actos. Como un reflejo de la
conciencia o como un mandato de la razón, esa necesidad se
multiplica para el hombre que ejerce el poder público.
En la vida corriente el individuo no tiene más deberes que los quela sociedad le impone en sus
relaciones con el medio en que se desenvuelve su vida, esto es, en lo que respecta a las
obligaciones para con la familia de la que forma parte y en lo que se refiere a su dependencia
económica y social de las instituciones que a la vez que le sirven, son por él servidas. En
realidad es su conciencia la que le impone, en la intimidad de su ser, la explicación desu
conducta y el análisis de los impulsos, ideas y motivaciones que dirigen aquélla.
En cuanto al caso del hombre que ejerce el Poder, éste está doblemente obligado a explicar no
sólo la significación y los móviles de sus acciones, —por la proyección social que éstas
tienen—, sino que, además, debe abrir su pensamiento y su voluntad para que no haya
ocultamientos que desnaturalicen susintenciones más íntimas, en un cotejo constante entre
sus actitudes y sus deberes históricos, de suerte que satisfaga no sólo su propia conciencia
individual, sino también a la colectividad social, a la que podríamos llamar "la Conciencia
Colectiva", formada por la opinión pública de su época, a la vez que por el juicio de la
posteridad.
Es evidente que faltaría a ese deber esencial de mi condiciónde Gobernante si no procediese
de acuerdo con ese mandato que está implícitamente contenido en la Constitución Política del
país, al establecer ésta la responsabilidad del Jefe del Estado ante el Poder Legislativo,
durante el período de ejercicio y después de haber ejercido el Poder. Debo, por lo mismo, dar
esa satisfacción a la ciudadanía, particularmente en lo que se refiere a la acciónsocial de mi
gobierno y, concretamente, a las reformas que en ese orden han sido propuestas en las tres
legislaturas que corresponden al período constitucional en proceso.
Pero más que el gobernante quiere hablar el hombre.
Para juzgar al primero hay abundancia de documentos oficiales: cada uno de sus actos ha
estado expuesto a la luz del análisis del país. Sus palabras, sus actitudes, y aunsu intimidad
personal, son del dominio público. Los elementos de juicio que de su gobierno han emanado,
son objeto de las más opuestas interpretaciones, adversas o benévolas, según el criterio que
las informe. ¡Pero cuán pocos conocen al hombre! ¡Cuántas veces la pasión de propios y de
extraños deforma su fisonomía moral o desnaturaliza su sinceridad!
Esa contraposición de sentimientos, esalucha entre lo que nos es más caro y lo que nos es
más íntimo, con lo que la gente piensa de las intenciones y sentimientos del hombre en el
Poder, son parte principal del lote de dolor y de amargura que todo gobernante debe aceptar
como inherente a su elevado cargo. Y así lo comprendo. Pero de esa misma comprensión es
que nace mi deseo de hablar sin las limitaciones impuestas por el protocolo,sin la obligada
parquedad del lenguaje de los documentos oficiales, es decir, libre de ataduras, como un
costarricense inspirado por el amor a su pueblo, como un ciudadano que sólo se diferencia de
los demás compatriotas por el hecho de disponer de mayores posibilidades para realizar el bien
de su patria, —olvidado casi siempre del suyo propio—, si su juicio no se extravía o si su
voluntad noyerra el camino.
Situado en ese terreno de sinceridad, nada pueden afectarme las consecuencias que mi actitud
de absoluta franqueza llegue a acarrearme, ni inspirarme temor las armas con que pueda
atacárseme por mis ideas o por la solución dada a los problemas nacionales conforme a
sentimientos o conceptos forjados a través de mi vida.
No se me oculta que para proceder de ese modo tengo...
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