EL HOGAR DEL VIENTO

EL HOGAR DEL VIENTO
Comunidad tehuelche Camusu Aike
A unos 180 kilómetros de Río Gallegos, en medio de la estepa patagónica, se encuentra una de las últimas comunidades tehuelches. Herederos de una cultura ancestral, viven en la pobreza pero trabajan para mejorar su calidad de vida, rescatar y revalorizar sus tradiciones

“Yo soy puro”, dice José Manco, uno de los pocos tehuelches que aún hablala lengua de sus ancestros, aunque a sus 84 años no oye bien y confiesa que la memoria no lo ayuda demasiado. Igual, alienta al diálogo con un cálido “pregunte nomás”. Tiene la piel curtida, la sonrisa bien a mano y en su rostro se refleja la antigua historia de estas tierras. 

José vive con su hijo Ricardo en una construcción de madera y chapas con piso de cemento alisado, una de las doce casasprecarias que, junto con la escuela Cacique Cilcacho, conforman la comunidad aborigen Camusu Aike. Las viviendas se ubican casi en una fila, ocupando unos 300 metros lineales a la vera de un cañadón, a unos 180 kilómetros de Río Gallegos. Son doce familias –la mayoría de apellido López, Pocón o Manco–maillapan, más de cuarenta personas entre grandes y chicos, pero nadie sabe la cifra exacta porquemuchos de los hombres trabajan y pasan temporadas completas en estancias de la zona. El resto de los miembros de la comunidad vive en su mayoría en Río Gallegos, adonde tuvieron que migrar en búsqueda de trabajo o de educación para sus hijos.

Para ir a Camusu Aike viajamos desde la capital provincial por la ruta que llega a El Calafate. Salimos a mitad de camino y avanzamos 35 kilómetros por unsendero de ripio que en invierno se convierte en una alfombra blanca y peligrosa. A los costados del camino se repiten los carteles que indican: “Precaución. Gasoducto. Alta Presión”. 

La camioneta de la Secretaría de Turismo provincial en la que viajamos tiene que atravesar crujientes lagunas de hielo y, en algún tramo, aparece el fantasma de quedarnos varados en medio de la pampasantacruceña. 
Buscamos conocer lo que queda de la cultura que pobló estas tierras durante miles de años, saber de los aborígenes que se llamaron a sí mismos ahonikén (gente del sur, en lengua tehuelche) o chónek (nosotros los hombres), y que los mapuches llamaron tehuelches (gente arisca), los mismos que en 1520 Hernando de Magallanes denominara patagones a su llegada a Puerto San Julián. 

Camusu Aike fuecreada como “reserva” (término que hoy es reemplazado por “comunidad”) mediante un decreto presidencial en 1898, con una extensión original de 50.000 hectáreas, de las cuales poco les queda hoy por sucesivas resoluciones oficiales que fueron disminuyendo su territorio. 

“ACÁ NACIMOS”



Según recuerda José, cuando él era chico hacía mucho más frío en la región. “Esto es nada, con lo que era antes–dice-. Se tapaban las casas de nieve y antes vivíamos con cuero de potro, no había chapa ni nada”. Hoy una salamandra pequeña mantiene el calor en el comedor de su hogar. Hay una mesa cerca de la ventana, unas pocas sillas y un farol con gas de garrafa, ya que la casa –como todas las demás no cuenta con electricidad, la necesidad más imperiosa que remarcan los aborígenes, y tampoco tienen aguacorriente, ni gas. En la puerta juegan unos perros y al frente la estepa despliega su inmensidad con sus matas negras y grises. Es mediodía y alrededor todo es viento y silencio. 

José se muestra paciente ante las preguntas. Orgulloso de su origen tehuelche, dice que en Camusu Aike llegó a haber “hasta cien indios puros”. 

“Antes acá se hacían muchas matras y ponchos –cuenta-. Se tejía de todo. Sepintaban capas de guanaco, en rojo, verde y amarillo. La pintura se hacía acá mismo, con barro blanco, grasa y mata de calafate. Mi mujer hacía capas con piel de guanaco (quillangos), pero esa era tarea de mujer. El hombre nunca”, subraya, y explica que hoy las mujeres tejen fajas, pero que las capas ya no se hacen.

José comenta que en su alimentación incluye caballo asado, también en estofado y...