el hombre en busca del sentido segunda face la vida en el campo
perdían para él todo su horror; al fin y al cabo, le ahorraban el
acto de suicidarse.
Compañeros a quienes he encontrado más tarde me han28
asegurado que yo no fui uno de los más deprimidos tras el shock
del internamiento. Recuerdo que me limité a sonreír y, muy
sinceramente, cuando ocurrió este episodio la mañana siguiente anuestra primera noche en Auschwitz. A pesar de las órdenes
estrictas de no salir de nuestros barracones, un colega que había
llegado a Auschwitz unas semanas antes se coló en el nuestro.
Queríacalmarnos y tranquilizarnos y nos contó algunas cosas.
Había adelgazado tanto que, al principio, no le reconocí. Con un
tinte de buen humor y una actitud despreocupada nos dio unos
cuantosconsejos apresurados:
"¡No tengáis miedo! ¡No temáis las selecciones! El Dr. M. (jefe
sanitario de las SS) tiene cierta debilidad por los médicos." (Esto
era falso; las amables palabras de mi amigo nocorrespondían a la
verdad. Un prisionero de unos 60 años, médico de un bloque de
barracones, me contó que había suplicado al Dr. M. para que
liberara a su hijo que había sido destinado a lacámara de gas. El
Dr. M. rehusó fríamente ayudarle.)
"Pero una cosa os suplico, continuó, que os afeitéis a diario,
completamente si podéis, aunque tengáis que utilizar un trozo de
vidrio paraello... aunque tengáis que desprenderos del último
pedazo de pan. Pareceréis más jóvenes y los arañazos harán que
vuestras mejillas parezcan más lozanas. Si queréis manteneros
vivos sólo hay unmedio: aplicaros a vuestro trabajo. Si alguna
vez cojeáis, si, por ejemplo, tenéis una pequeña ampolla en el
talón, y un SS lo ve, os apartará a un lado y al día siguiente
podéis asegurar que osmandará a la cámara de gas. ¿Sabéis a
quién llamamos aquí un "musulmán"? Al que tiene un aspecto
miserable, por dentro y por fuera, enfermo y demacrado y es
incapaz de realizar trabajos duros...
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