el hombre en llamas

Páginas: 383 (95694 palabras) Publicado: 6 de octubre de 2014
 A. J. QUINNELL



HOMBRE EN LLAMAS





Título original: Man on Fire



Traducción: Ofelia Castillo



Emecé Editores S.A. Grandes novelistas



BUENOS AIRES – ARGENTINA - julio de 2004





A. J. Quinnell es el seudónimo de un escritor que quiere permanecer en el anonimato porque sus próximos libros relatarán intrigas entre naciones y culturas y se desplazaránlibremente a través de las fronteras internacionales. Él desea para sí la misma libertad.



Dame, Señor, lo que todavía tienes;

dame lo que nadie reclama.

No te pido riqueza

ni éxito, ni siquiera salud:

la gente te pide todo eso con tanta frecuencia, Señor,

que ya no te debe quedar más.

Dame, Señor, lo que todavía tienes;

dame lo que la gente se niega a aceptarde ti.

Quiero la inseguridad y el desasosiego,

quiero el tumulto y la lucha.

y si me los concedes, Señor,

de una vez por todas

asegúrame que los conservaré,

porque no siempre tendré el coraje

de pedírtelos.



ZIRNHELD



Plegaria de los paracaidistas





Prólogo





Invierno en Milán. Costosos automóviles bordeaban una avenida suburbana. En elenorme edificio oculto tras los árboles una campanilla sonó débilmente y, minutos después, los niños, arropados para defenderse del viento, se volcaron a la escalinata y se dispersaron en dirección a la tibieza de los automóviles que los aguardaban.

Pepino Macchetti, ocho años, la cabeza hundida en el cuello de su impermeable, corrió hacia la esquina donde el chofer de su padre estacionabasiempre el Mercedes azul. El conductor observó por el espejo al niño que se aproximaba y se inclinó hacia atrás para abrir la puerta. Pepino se zambulló complacido en la tibieza del tapizado de cuero, la puerta se cerró y el coche arrancó. El chico se quitó el impermeable y recién cuando el automóvil había llegado a la esquina siguiente, levantó la cabeza y se dio cuenta de que el conductor no eraAngelo. Antes de que alcanzase a formular una pregunta, el Mercedes volvió a arrimarse al cordón, la puerta se abrió y un hombre corpulento se instaló junto al muchacho. El conductor esperó con paciencia un claro en el tráfico congestionado, y volvió a partir suavemente. Pepino Macchetti era ya en el mes de enero la tercera víctima de secuestro en Italia ese año.

Hacía un calor desacostumbrado enel puerto corso de Bastia, lo que había impulsado al dueño del bar a colocar una mesa y sillas afuera, sobre la vereda empedrada. Un hombre estaba sentado solo, bebiendo whisky y contemplando el muelle donde el ferry a Liorna se preparaba para partir.

Hacía dos horas que estaba allí; cada tanto hacía una seña hacia el interior del negocio para que volvieran a llenarle el vaso, hasta que elpatrón terminó por dejarle sobre la mesa la botella y un gran plato lleno de aceitunas negras.

Un chico estaba sentado en la defensa metálica, del otro lado del camino, observando atentamente al hombre que, poco a poco, daba cuenta de las aceitunas y del whisky.

Era un día tranquilo, porque todavía no había empezado la temporada turística y lo único que podía atraer la atención del muchachoera aquel desconocido. El hombre había suscitado su curiosidad, por su quietud y su aire de aislamiento. Sus ojos no seguían el movimiento del escaso tránsito, sino que permanecían fijos en el muelle, en el ferry que aguardaba. De vez en cuando echaba una mirada hacia el muchacho: ojos comunes, en una cara cuadrada. Tenía una cicatriz vertical sobre un ojo y otra en el mentón. Pero eran los ojoslos que llamaban la atención del chico; ojos grandes, hundidos y de párpados pesados. El hombre los entornaba como para evitar el humo del cigarrillo, aunque no estaba fumando.

El chico le había oído pedir el whisky en correcto francés, pero suponía que el hombre no era francés. Sus ropas -pantalón de corderoy azul oscuro y chaqueta de algodón sobre un suéter negro de cuello alto- eran caras...
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