El hombre invisible H
hombre invisible cuyo personaje central ha alcanzado, como
Drácula o Frankenstein, un lugar en el imaginario del mundo
moderno da forma definitiva a uno de los motivos que habrían
de cobrar más relieve, y en cierto sentido hacerse pavorosa
realidad, en el siglo XX: el del uso irreflexivo e inescrupuloso
del conocimiento científico y lasconsecuencias nefastas de
ponerlo al servicio de causas egoístas o espurias.
H. G. Wells
El hombre invisible
ePub r1.4
Matt 24.10.13
Título original: The invisible man
H. G. Wells, 1897
Diseño de portada: Matt
Editor digital: Matt
ePub base r1.0
Capítulo I.
La llegada del hombre desconocido
El desconocido llegó un día huracanado de primeros de febrero,
abriéndose paso a través de un vientocortante y de una densa
nevada, la última del año. El desconocido llegó a pie desde la
estación del ferrocarril de Bramblehurst. Llevaba en la mano bien
enguantada una pequeña maleta negra. Iba envuelto de los pies a la
cabeza, el ala de su sombrero de fieltro le tapaba todo el rostro y
sólo dejaba al descubierto la punta de su nariz. La nieve se había ido
acumulando sobre sus hombros y sobre lapechera de su atuendo y
había formado una capa blanca en la parte superior de su carga. Más
muerto que vivo, entró tambaleándose en la fonda Coach and Horses
y, después de soltar su maleta, gritó: «¡Un fuego, por caridad! ¡Una
habitación con un fuego!». Dio unos golpes en el suelo y se sacudió
la nieve junto a la barra. Después siguió a la señora Hall hasta el
salón para concertar el precio. Sinmás presentaciones, una rápida
conformidad y un par de soberanos sobre la mesa, se alojó en la
posada.
La señora Hall encendió el fuego, le dejó solo y se fue a
prepararle algo de comer. Que un cliente se quedara en invierno en
Iping era mucha suerte y aún más si no era de ésos que regatean.
Estaba dispuesta a no desaprovechar su buena fortuna. Tan pronto
como el bacon estuvo casi preparado y cuandohabía convencido a
Millie, la criada, con unas cuantas expresiones escogidas con
destreza, llevó el mantel, los platos y los vasos al salón y se dispuso
a poner la mesa con gran esmero. La señora Hall se sorprendió al
ver que el visitante todavía seguía con el abrigo y el sombrero a
pesar de que el fuego ardía con fuerza. El huésped estaba de pie, de
espaldas a ella, y miraba fijamente cómo caíala nieve en el patio.
Con las manos, enguantadas todavía, cogidas en la espalda, parecía
estar sumido en sus propios pensamientos. La señora Hall se dio
cuenta de que la nieve derretida estaba goteando en la alfombra y le
dijo:
—¿Me permite su sombrero y su abrigo para que se sequen en la
cocina, señor?
—No —contestó éste sin volverse.
No estando segura de haberle oído, la señora Hall iba arepetirle
la pregunta. Él se volvió y, mirando a la señora Hall de reojo, dijo
con énfasis:
—Prefiero tenerlos puestos.
La señora Hall se dio cuenta de que llevaba puestas unas
grandes gafas azules y de que por encima del cuello del abrigo le
salían unas amplias patillas, que le ocultaban el rostro
completamente.
—Como quiera el señor —contestó ella—. La habitación se
calentará enseguida.
Sincontestar, apartó de nuevo la vista de ella, y la señora Hall,
dándose cuenta de que sus intentos de entablar conversación no eran
oportunos, dejó rápidamente el resto de las cosas sobre la mesa y
salió de la habitación. Cuando volvió, él seguía allí todavía, como si
fuese de piedra, encorvado, con el cuello del abrigo hacia arriba y
el ala del sombrero goteando, ocultándole completamente el rostro y
lasorejas. La señora Hall dejó los huevos con bacon en la mesa con
fuerza y le dijo:
—La cena está servida, señor.
—Gracias —contestó el forastero sin moverse hasta que ella
hubo cerrado la puerta. Después se abalanzó sobre la comida en la
mesa.
Cuando volvía a la cocina por detrás del mostrador, la señora
Hall empezó a oír un ruido que se repetía a intervalos regulares. Era
el batir de una...
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