El hombre ke parecia un caballo
En esa misma prístina escena de nuestra presentación, empezó el señor de Aretal a desprenderse, para obserquiarnos, de los tráslucidoscollares de ópalos, de amatistas, de esmeraldas y de carbunclos, que constituían su íntimo tesoro. En un principio de deslumbramiento, yo me tendí todo, yo meextendí todo, como una gran sábana blanca, para hacer mayor mi superficie de contacto con el generoso donante. Las antenas de mi alma se dilataban, lopalpaban y volvían trémulas y conmovidas y regocijadas a darme la buena nueva: "Éste es el hombre que esperabas; éste es el hombre por el que te asomabas a todaslas almas desconocidas, porque ya tu intuición te había afirmado que un día serías enriquecido por el advenimiento de un ser único. La avidez con quetomaste, percibiste y arrojaste tantas almas que se hicieron desear y defraudaron tu esperanza, hoy será ampliamente satisfecha: inclínate y bebe de esta agua."
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