El hombre mas rico de babiulonia
Sharru Nada, el príncipe mercader de Babilonia, avanzabaorgulloso a la cabeza de su caravana. Le gustaban los tejidos finos y llevabaropas caras y favorecedoras. Le gustaban los animales de raza y montaba conagilidad en su semental árabe. Era difícil adivinar su avanzada edad almirarlo. Ciertamente nadie habría podido sospechar queestaba atormentadointeriormente.
El viaje a Damasco había sido largo y las dificultadesnumerosas. No le preocupaba, las tribus árabes eran feroces y estaban ávidas desaquear sus ricas caravanas, pero no. tenía miedo porque sus numerosas tropasde guardia le aseguraban una buena protección.
Estaba trastornado por la presencia de aquel joven asu lado que traía de Damasco. Era Hadan Gala, el nietode su socio de hacíaaños, Arad Gula, a quien debía una eterna gratitud. Quería hacer alguna cosapor su nieto pero cuanto más pensaba en ello, más difícil le parecía,justamente a causa del joven.
-Cree que las joyas son adecuadas para los hombrespensó mirando los anillos y pendientes del joven-, y sin embargo tiene elrostro enérgico de su abuelo. Pero él no llevaba ropas de colorestanllamativos. Lo he invitado a venir conmigo esperando poderle ayudar a hacerseuna fortuna y a huir del derroche con que su padre ha gastado su herencia.
Hadan Gula puso fin a sus reflexiones.
-¿Para qué trabajáis tan duramente, siempre de un ladoa otro con vuestra caravana haciendo largos viajes? ¿Nunca os tomáis un tiempopara gozar de la vida?
-¿Gozar de la vida? -repitió sonriendo SharruNada-¿Qué harías tú para gozar de la vida si fueras Sharru Nada?
-Si tuviera una fortuna como la vuestra viviría comoun príncipe. Nunca atravesaría el desierto, gastaría los shekeles tan rápidocomo cayeran a mi bolsa, llevaría las ropas más caras y las joyas más raras.Esa sería una vida de mi agrado, un vida que merecería la pena de ser vivida-los dos hombres rieron.
-Tu abuelo no llevabajoyas -Sharru Nada había habladosin pensar, luego continuó en tono de broma-. ¿Y no dejarías un tiempo paratrabajar?
-Eltrabajo está hecho para los esclavos -respondió Hadan Gula. Sharru Nada semordió los labios pero no respondió, condujo en silencio hasta que el caminolos llevó hasta una cuesta. Allí frenó su montura y señaló hacia el lejanovalle verde.
-Mira el valle, mira más lejos ypodrás ver lasmurallas de Babilonia. La torre es el templo de Bel. Si tu vista es aguda,podrás incluso ver el humo del fuego eterno en lo más alto.
Así, ¿aquello es Babilonia? Siempre he deseadoardientemente ver la ciudad más rica del mundo --comento Hadan Gula-. Allídonde mi abuelo empezó a levantar su fortuna. Si todavía estuviera vivo, noestaríamos ahora dolorosamente oprimidos.
-¿Porqué deseas que su espíritu permanezca en latierra más allá del tiempo que le correspondía? Tú y tu padre podéis culminarsu trabajo.
-Desgraciadamente ninguno de los dos tenemos susdones. Mi padre y yo no conocemos el secreto para atraer los shekeles de oro.
Sharru Nada no respondió pero aflojó las bridas de sumontura y bajó, pensativo, por el sendero que llevaba al valle. La caravanalosseguía envuelta en una nube roja de polvo. Más tarde llegaron al camino real ytomando rumbo hacia el sur, atravesaron tierras irrigadas.
Tres viejos que trabajaban en un campo llamaron laatención de Sharru Nada. Le parecían extrañamente familiares, ¡qué ridículo! Nose pasa cuarenta años más tarde por un campo y se encuentran los mismoslabradores. Sin embargo, algo le decía que eran los mismos.Uno de ellossostenía débilmente el arado, los otros dos, al lado de los bueyes seesforzaban, pegándoles en vano para que continuaran avanzando.
Cuarenta años antes él había envidiado a esos hombres,¡qué gustoso habría cambiado con ellos de lugar! Pero qué diferencia, ahora. Sevolvió para mirar su caravana con orgullo, sus camellos y asnos bien elegidos ypesadamente cargados de mercancías...
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