El hombre que calculaba 2

Páginas: 86 (21255 palabras) Publicado: 25 de febrero de 2014
CAPITULO X
De nuestra llegada al Palacio de Iezid. El rencoroso Tara-Tir
desconfía de los cálculos de Beremiz. Los pájaros cautivos y
los números perfectos. El Hombre que Calculaba exalta la
caridad del jeque. De una melodía que llegó a nuestros oídos,
llena de melancolía y añoranza como las endechas de un
ruiseñor solitario.
Pasaba muy poco tiempo de la cuarta hora cuando dejamos lahostería y tomamos el camino de la casa de Iezid-Abul-Hamid.
Guiados por el siervo amable y diligente, atravesamos rápidamente
las calles tortuosas del barrio de Muassan y llegamos a un lujoso
palacio constituido en medio de un atractivo parque.
Beremiz quedó maravillado del aire distinguido que el rico Iezid,
procuraban dar a su residencia. En el centro del parque se erguía una
gran cúpulaplateada donde los rayos del sol se deshacían en
bellísimos efectos policromos. Un gran patio, cerrado por un fuerte
portón de hierro ornado con los más bellos detalles del arte, daba
entrada al interior del edificio.
Un segundo patio interior, que tenía en el centro un bien cuidado
jardín, dividía el edificio en dos pabellones. Uno de ellos estaba
ocupado por los aposentos particulares; el otroestaba destinado a los
salones de reunión y a la sala donde el jeque se reunía a menudo con
ulemas, poetas y visires.
El palacio del jeque, a pesar de la ornamentación artística de las
columnas, era triste y sombrío. Quien se fijara en las ventanas
enrejadas no podría apreciar las pompas del arte con que todos los
aposentos estaban interiormente revestidos.
Una larga galería con arcadas,sustentada por nueve o diez
esbeltas columnas de mármol blanco, con arcos de herradura, zócalos
de azulejos sin relieve y el piso de mosaico, comunicaba los dos
pabellones y dos soberbias escaleras de honor, también de mármol
blanco, llevaban al jardín, donde había un manso lago rodeado de
flores de formas y perfumes diversos.
Una gran jaula llena de pájaros, ornada también de arabescos demosaico, parecía ser la pieza más importante del jardín. Había allí
aves de canto exótico, formas singulares y rutilante plumaje.

Algunas, de peregrina belleza, pertenecían a especies desconocidas
para mí.
Nos recibió, muy cordialmente, el dueño de la casa llegando a
nuestro encuentro desde el jardín. Le acompañaba un joven moreno,
flaco, de anchos hombros, que no demostró demasiadaamabilidad en
su comportamiento. Ostentaba en la cintura un riquísimo puñal con
empuñadura de marfil. Tenía una mirada penetrante y agresiva. Su
manera de hablar, agitada e inquieta, resultaba muy desagradable.
-¡Vaya! ¿Así que es ese el calculador? Observó subrayando sus
palabras con un tono de desdén. ¡Qué buena fe tienes, querido Iezid!
¿Y vas a permitir que un mendigo cualquiera se acerque ydirija la
palabra a la bella Telassim? ¡Es lo que faltaba! ¡Por Allah! ¡Mira que
eres ingenuo!
Y prorrumpió en una injuriosa carcajada.
Aquella grosería me indignó y me dieron ganas de acabar a
puñetazos con la descortesía de aquel atrevido. Beremiz, sin
embargo, no perdió la calma. Era incluso posible que el calculador
descubriera en aquel momento, en las palabras insultantes que
acababade oír, nuevos elementos para hacer cálculos y resolver
problemas.
El poeta, molesto por la actitud poco delicada de su amigo, dijo:
-Perdona, Calculador, el juicio precipitado de mi primo el-hadj
Tara-Tir. El no conoce y, por tanto, no puede valorar debidamente, tu
capacidad matemática, y está más preocupado ue cualquier otro por
el futuro de Telassim.
El joven exclamó:
-¡Pues claro que noconozco los talentos matemáticos de este
extranjero! No me importa en absoluto saber cuántos camellos pasan
por Bagdad en busca de sombra y alfalfa, replicó el iracundo Tara-Tir
con aire desdeñoso y sonriendo torvamente.
Y luego, hablando de prisa, atropellándose las palabras, continuó:
-Puedo probar en pocos minutos, querido primo, que estás
completamente equivocado con respecto a la...
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