El hombre que calculaba

Páginas: 5 (1236 palabras) Publicado: 14 de junio de 2010
NARRATIVA: Cuentos cortos
Mario Meléndez
La otra
Caperucita nunca imaginó que El Lobo la dejaría por otra. Nunca hizo caso de los consejos que
en materia amorosa le daba La Abuelita. Por lo que una mañana El Lobo le dijo: “Caperucita,
quiero terminar contigo. Ya no me excita perseguirte por el bosque; ya no me agrada
disfrazarme de abuelita para que tú me digas tus tonterías de siempre, quesi tengo las orejas
grandes y esos colmillos tan filudos, y yo, como un estúpido, responda que son para oírte,
olerte y verte mejor. No, Caperucita, lo nuestro ya no tiene remedio”. Entonces Caperucita,
desconcertada por aquella confesión, se echó a correr tan lejos como pudo pensando en la
clase de mujer que había conquistado el corazón de su amante. “Es ella, tiene que ser ella”,
repetíala niña, mientras buscaba desesperadamente la casa de la anciana. “Abuelita”, gritó al
fin, cuando hubo contemplado la figura que yacía en el lecho, “¿cómo pudiste hacerme esto?
tú, la amiga en quien yo más confiaba”. “Lo siento”, dijo la otra, “nunca pensé quedar
embarazada a mi edad, y menos de alguien tan poco inteligente e imaginativo. No obstante, él
es un lobo responsable, que no dudó porun minuto en ofrecerme matrimonio al conocer la
noticia. Lo siento, Caperucita, tendrás que buscarte otro. Después de todo, no es éste el único
lobo en el mundo, ¿o no?”.
Mi gato quiere ser poeta
Mi gato quiere ser poeta, y para ello revisa todos los días mis originales y los libros que tengo
en casa. Él cree que no me doy cuenta, es demasiado orgulloso para dejar que le ayude. Llevaconsigo unos borradores en los que anota con cuidado cada cosa que hago y que digo. Ayer
no más, en uno de mis recitales, apareció de incógnito entre la gente; vestía camisa a cuadros
y mis viejos zapatos rojos que no veía hace tiempo. Al terminar la función, se acercó con mi
libro en la mano, quería que lo autografiara, y para ello me dio un nombre falso, un tal Silvestre
Gatica. Yo le reconocí deinmediato por sus grandes bigotes y su cola peluda, pero no dije
nada, y preferí seguirle la corriente. Luego me deslizó bajo el brazo uno de sus manuscritos:
“Léalos cuando pueda, Maestro”, me dijo, y se despidió entre elogios y parabienes. Y sucedió
que anoche, y como no lograba dormir, levanté con desgano aquel obsequio para darle una
mirada. Era un poema de amor, un hermoso poema de amordedicado a Susana, la gatita
siamés que vivía a los pies del sitio. Parecía un texto perfecto, tenía fuerza y ritmo e
imaginación, y todos los elementos necesarios para decir que era un gran poema, y sin duda
era un gran poema, un poema como pocas veces había leído. Entonces me entró la rabia y la
envidia y la cólera, y me pilló la madrugada con el texto entre las manos sin atreverme aromperlo o hacerle correcciones. Que Dios me perdone por esto pero no veo otra salida,
mañana echaré mi gato a la calle y publicaré el poema bajo mi nombre.
Auge y caída de un mito
Una paloma salió a la calle a protestar, y como es lógico en este tipo de situaciones, resultó
mojada y apaleada sin compasión alguna. Pero la paloma no se desanimó, muy por el
contrario, a la semana ya estaba marchando ygritando al frente de un puñado de estudiantes.
Esta vez no sólo fue golpeada, sino que además se le detuvo junto a otros manifestantes
mientras huía en dirección desconocida. Al poco rato quedó en libertad por falta de méritos. Y
así la paloma se hizo habitual en las protestas de toda índole que fermentaban frente a la Casa
de Gobierno. Cierto día, en que agitaba una marcha gremial, uno delos dirigentes le hizo la
pregunta clave: “Dinos por qué protestas, si no eres estudiante, ni docente, ni trabajadora, ni
perteneces a algún sindicato ni a nada que se le parezca”. “Muy simple”, respondió la
emplumada, “estoy cansada de que me llamen la Paloma de la Paz, porque ya nadie me toma
en cuenta”. Y dicho estas palabras, voló hasta los cables del alumbrado, para arrojar la primera...
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