El Hombre Que Evoluciono; Edmond Hamilton (Completo)

Páginas: 27 (6616 palabras) Publicado: 27 de octubre de 2011
El hombre que Evoluciono:

Aquella noche que en vano intento borrar de mi memoria, estábamos los tres en casa de Pollard. Éramos el doctor John Pollard, Hugh Dutton y yo, Arthur Wright. Aquella noche, Pollard halló un destino cuyo horror nadie podía imaginar; desde aquella noche Dutton vive en una institución estatal dedicada al cuidado de los enfermos mentales, y soy el único que puede relatarlo que ocurrió.

Dutton y yo fuimos a la aislada casa de campo de Pollard, por invitación de éste. Los tres habíamos sido amigos y compañeros de habitación de la Universidad Técnica de Nueva York. Tal vez nuestra amistad fuese algo extraña, ya que Pollard tenía algunos años más que Dutton y yo, y su temperamento era distinto, más sereno por naturaleza. Había seguido una carrera superior enBiología, en lugar de los estudios medios de ingeniería a los que habíamos asistido Dutton y yo.

Aquella tarde, mientras Dutton y yo íbamos en dirección norte a lo largo del Hudson, nos dedicamos a recordar lo que sabíamos acerca de la carrera de Pollard. Sabíamos que se había licenciado y doctorado, y habíamos oído decir que trabajó a las órdenes de Braun, el biólogo vienés cuyas teoríasprovocaron grandes polémicas. Por casualidad, supimos que después regresó para dedicarse a la investigación privada en una casa de campo que había heredado, situada a orillas del Hudson. Pero desde entonces no teníamos noticias de él y nos sorprendió el recibir unos telegramas en que nos invitaba a pasar el fin de semana en su casa.

Era uno de esos anocheceres veraniegos cuando Dutton y yo llegamos a unpequeño pueblo ribereño. Allí nos indicaron cómo encontrar la casa de Pollard, situada a uno o dos kilómetros de distancia. La encontramos sin dificultad; se trataba de una espléndida y vieja casa construida sobre pilotes, que durante más de cien años había descansado sobre una colina baja, dominando el río. Las dependencias se apiñaban alrededor de la casona como los polluelos alrededor de laclueca.

Pollard salió a recibirnos:

-¡Muchachos, cómo habéis crecido! -fueron sus primeras palabras-. ¡Os recordaba como Hughie y Art, los alborotadores de la Facultad, y ahora parecéis unos respetables socios de la Cámara de Comercio, dedicados a hablar eternamente sobre los problemas del mercado.

-Es el efecto serenante de la vida comercial -explicó Dutton sonriendo-. A ti no te haalcanzado, vieja ostra... Eres el mismo de hace cinco años.

Así era; su figura esbelta, la sonrisa lenta y los ojos curiosamente pensativos no habían cambiado en lo más mínimo. Pero la actitud de Pollard parecía mostrar algo más que excitación normal, y se lo dije.

-Si parezco un poco excitado, es porque hoy es un gran día para mí -respondió.

-Bien, tienes suerte al lograr que dos hombresimportantes como Dutton y yo se hayan molestado en venir hasta esta ermita -comencé a decir, pero él meneó la cabeza sonriendo.

-No me refiero a eso, Art, aunque me alegra mucho que hayáis venido. En cuanto a mi ermita, como la llamas, no la critiques. Aquí he podido hacer trabajos que jamás habría logrado realizar entre las múltiples ocupaciones de un laboratorio de la ciudad -tenía los ojosencendidos-. Si supierais... Pero no nos apresuremos; pronto lo sabréis. Entremos... ¿tenéis hambre?

-Hambre... no mucha -le aseguré-. Podría devorar medio buey o una menudencia por el estilo pero, en realidad, hoy no tengo ganas de comer nada más.

-Lo mismo digo -respondió Dutton-. Últimamente hago régimen. Dame algunas docenas de bocadillos y un cubo de café, y lo consideraré una comidacompleta.

-Bien, ya veremos qué podemos hacer para tentar vuestros delicados apetitos -dijo Pollard mientras entrábamos.

Descubrimos que la casona era muy cómoda, con espaciosas habitaciones de techo bajo y amplias ventanas que miraban al río. Después de dejar nuestros equipajes en un dormitorio, mientras el ama de llaves y la cocinera se ocupaban de la cena, hicimos con Pollard una gira de...
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