El Hombre P Lido Literatura

Páginas: 14 (3294 palabras) Publicado: 19 de mayo de 2015
Todo el día estuvo toldado el sol, y las nubes, negruzcas, inmóviles en el cielo, parecían apretar
el aire, haciéndolo pesado, bochornoso, cansador.
A eso del atardecer, entre relámpagos y truenos, aquéllas aflojaron y el agua empezó a caer
con rabia, con furia casi; como si le dieran asco las cosas feas del mundo y quisiera borrarlo
todo, deshacerlo todo y llevárselo bien lejos.
Cada bichoescapó a su cueva. La hacienda, no teniendo ni eso, daba el anca al viento y
buscaba refugio debajo de algún árbol, en cuyas ramas chorreaban los pajaritos, metidos a
medias en sus nidos de paja y de pluma.
En el rancho de Tiburcio estaban solas Carmen, su mujer y Elvira, su hija.
El capataz de tropa de don Clemente Farías, había marchado para “adentro” hacía una
semana.
En la cocina negra de humo sehallaban, cuando oyeron ladrar el perro hacia el lado del
camino. Se asomó la muchacha y vio a un hombre desmontar en la enramada con el poncho
empapado y el sombrero como trapo por el aguacero.
-¡León! ¡León! ¡Fuera! Entre para acá- gritó Elvira.
-¿Quién es?- preguntó la vieja sin dejar de revolver la olla de mazamorra.
-No lo conozco.
La joven volvió al lado de su madre y quedó expectante.-Buenas tardes.
Agachándose –la puerta era muy baja-, el hombre entró.
-Buenas. Siéntese. ¿Lo ha derrotado l`agua? Sáquese el poncho y arrimeló al fogón.
-Sí, es mejor. Aquí, no más.
El hombre colgó su poncho negro en un gran clavo cerca del fuego y sacudió el sombrero.
Después se sentó en un banco.
-¿Viene de lejos? -curioseó la madre.
-De Belastiquí.
-¿Y va?
-Pa l’estancia’e Molina, en el ArroyoGrande. Pensaba llegar hoy a San José, pero me apuré
mucho por el agua y traigo cansadazo el caballo. Así que si me deja pasar la noche...
-Comodidá no tenemos ... puede traer su recao y dormir aquí, en todo
caso.
-¡Como no!... Estoy acostumbrao.
La muchacha, ahora acurrucada en un rincón, lo miraba de reojo. Y cuando oyó que iba a
quedarse, sintió clarito en el pecho los golpes del corazón.
Es quecada vez más le parecía que aquel hombre delgado y alto, de cara pálida en la que se
enredaba una negrísima barba que la hacía más blanca, no tenía aspecto para tranquilizar a
nadie...
La vieja le interrumpió sus pensamientos diciendo:
-A ver, aprontá un mate.
Y siguió revolviendo la mazamorra, mientras daba conversación al forastero, que acariciaba el
perro y retiraba la mano cuando éste rezongabadesconfiado de tanto mimo.
Elvira tiró la yerba vieja, puso nueva, le hizo absorber primero un poco de agua tibia para que
se hinchara sin quemarse. En seguida, ofreció el mate al desconocido. Este la miró a los ojos y
ella los bajó, trémula de susto. No sabía porqué. Muchas veces habían llegado así, de pronto,
gente de otros pagos que dormían allí y al otro día se iban. Pero esa nochecita, conlos ruidos
de los truenos y la lluvia, con la soledad, con muchas cosas, tenía un tremendo miedo a aquel
hombre de barba negra y cara pálida y ojos como chispas.
Se dio cuenta de que él la observaba. Los ojos encapotados, sorbiendo lentamente el mate, el
hombre recorría con la vista el cuerpo tentador de la muchacha...
¡Oh, sí!, había que cansar muchos caballos para encontrar otra tan linda.
Elhombre pálido
1
Brillante y negro el pelo, lo abría al medio una raya y caía por los hombros en dos trenzas
largas y flexibles. Tenía unos labios carnosos y chiquitos que parecían apretarse para dar un
beso largo y hondo, de esos que aprisionan toda una existencia. La carne blanca, blanca como
cuajada, tibia como plumón, se aparecía por el escote y la dejaban también ver las mangas
cortas del vestido.El pecho abultadito, lindo pecho de torcaza; las caderas ceñidas, firmes; las
piernas que se adivinaban bien formadas bajo la pollera ligera; toda ella producía unas ansias
extraña en quien la miraba, entreveradas ansias de caer de rodillas, de cazarla del pelo, de
hacerla sufrir apretándola fuerte entre los brazos, de acariciarla tocándola apenitas... ¡yo qué
sé!, una mezcla de deseos buenos y...
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