El hospital

El hospital

El hombre se incorporó y, a continuación, se levantó enfurecido de su cama. La enfermera lo vio a través del cristal, y no dudó en dirigirse hacia su habitación para devolverlo a suposición inicial.
—Señor González, por el amor de Dios —dijo—, ¡no debería moverse!
—¿Moverme? No me muevo —le respondió—, ¡me voy!
Ella intentó convencerle y hacer que se olvidara del asunto pero,cuando el doctor Sebastián entró en la habitación 428 del hospital, el señor González ya llevaba los pantalones puestos.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó— pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede ustedandar?
—¿Acaso no me ve? —respondió su paciente de mala gana.
—Ingresó el veinte de octubre del año pasado —dijo el doctor— sin apenas poder moverse, enfermo de gravedad y, hasta esta misma mañana,¡seguía usted igual! Lleva unos ocho meses en un estado lamentable...
—¿Y no le da vergüenza tener a un paciente suyo en semejante estado? —le interrumpió el señor González mientras hacía piruetas paracalzarse uno de sus zapatos.
El doctor observó a la pobre enfermera con seriedad.
—¿Le tomó las constantes esta mañana?
—Claro, doctor. Seguía como siempre...
—Pues el señor González, ¡ya estácurado! ¡Ala! —Chilló al mismo tiempo que se abrochaba los botones de la camisa...
Salió al pasillo del hospital con paso ligero (como si tuviera prisa) y peinándose con una sola mano. Detrás suyo, laenfermera le seguía de cerca, luego el doctor, varios asistentes y un guarda de seguridad que se había acercado para ver qué demonios pasaba.
—¡Deténgase! —ordenó el doctor enfurecido en un último einútil intento.
—¡Al carajo! —chilló el señor González—. ¡Me voy!
El hombre, de ochenta años, tomó un taxi nada más salir del edificio y se marchó de allí sin echar la vista atrás, dejándolos atodos pasmados.

Unos minutos después, el doctor entraba en el despacho del director del hospital.
—Esto no puede seguir así —dijo.
—Lo sé; pero, ya sabe: con la lista de espera que hay hoy en día,...