El Inquisidor

Páginas: 223 (55685 palabras) Publicado: 8 de diciembre de 2014
EL BLOG

12 de noviembre

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. Cada mañana, desde que despierto, mi vida no es más que el camino pedregoso que me conduce hasta esa palabra. Me levanto, me aseo, me visto, desayuno, a veces incluso compro el periódico o hago algún recado, pero esta prórroga de los preámbulos sólo sirve para agravar el dolor. Haga lo que haga para retrasarlo, acaba llegando el instante enque desde la pantalla me miran esas siete letras cargadas de negación y ausencia: O-F-F-L-I-N-E. Y tan pronto como las leo, me siento morir. Un sorbo más de muerte que sumar a los que ya llevo, a cuenta de la que me tirará por tierra algún día.

Conozco desde hace tiempo el dolor. No es, ni mucho menos, algo nuevo para mí. Tengo treinta y seis años y mi vida se ha venido abajo al menos un parde veces. Pero aquellos que dicen que conocer el dolor, y sobreponerse a él, te prepara para enfrentarlo en el futuro, se equivocan o mienten. El dolor siempre es joven e inapelable, como la mirada que te reclama desde los ojos de un niño.

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. La palabra me golpea en mi lengua materna por culpa de mi pereza. A ella se debe que siga usando la versión del programa de mensajería instantáneaque me descargué en el ordenador portátil cuando aún estaba allá arriba, en mi tierra sin luz. Si me lo hubiera descargado aquí, leería en su lugar una expresión más bien insípida, como a veces resultan estos españoles en su orgullosa resistencia a imitarnos en cuestiones de idioma: «No conectado».
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Pero no, es mi palabra, mi lengua, con su vibración simple y rotunda, la que se me clava ycala sin compasión en mi alma.
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. Leerla me certifica que aquel de quien quisiera saber ya no está unido a la red en la que sucedían nuestros encuentros. Desde hace dos semanas, esas siete letras son la inscripción grabada sobre la lápida que arrastro, sin que de nada me hayan servido todos los argumentos que he manejado, y no han sido pocos, para probar ante mí misma la estupidez desentirme tan afligida por algo semejante. Es estúpido, desde luego. Y además carece de cualquier lógica. Pero cada día me levanto, enciendo el ordenador... y lloro.

Hace ya dos semanas que no sé nada del Inquisidor. Aunque también podría decir que en realidad hace cinco meses, el tiempo que ha transcurrido desde que me lo tropecé por vez primera, que no sé nada de él. Nunca vi su rostro, ni oí suvoz. No podría asegurar que es un hombre, ni siquiera que exista, en la forma en que convencionalmente existen las personas. Y sin embargo, haberlo perdido, el solo pensamiento de que así sea, convierte mi existencia convencionalmente irrefutable en algo inerte y sin objeto. En estos cinco meses, descubro ahora, me había habituado a ser para él. El viejo y pueril error que hace años, cuando elprimer descalabro, me juré que la hija de mi madre jamás se volvería a permitir.
La experiencia tiene por un lado la desventaja de que a partir de cierto momento casi todo lo que te ocurre, y sobre todo si es para mal, te recuerda algo que ya sucedió antes; pero por otro te proporciona el consuelo de saber que, tras la sensación de que el camino no continúa más allá, todavía resulta posibleencontrar una nueva ruta, siempre que no interrumpas la marcha. En estos quince días he pasado del sobresalto a la desolación, de la impotencia a la rabia, del enfado a la angustia. He proseguido a pesar de todo con mis quehaceres, o lo que es lo mismo, con mi vida absurda en este lugar demencial (no me quejo de la una ni del otro; trato de ser coherente con mis decisiones y yo misma elegí refugiarme enuna existencia anómala y desarraigada). Pero esta mañana me he dado cuenta de que eso no bastará para superar mi malestar, aunque me sirva, mal que bien, para gastar las horas. Necesito entender, llegar al corazón de esta amargura, aunque con ello me arriesgue a aumentarla. Y a la vez tengo que ocupar mis energías en alguna tarea que me sirva para construir a partir de lo que ha ocurrido. No se...
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