El invensible
Hasta aquí, nada que se salga del tópico detantas novelas de cf sobre amenazas espaciales. Lo que va a hacer de El invencible un libro no sólo superior a esas historias sino, en definitiva, una obra tremendamente disfrutable, es la originalidadde su autor: el "toque Lem" que aporta siempre un nuevo punto de vista, otra sensibilidad, a un tema trillado.
En un primer momento, la expedición recorrerá el planeta, en una memorable sucesión dedescripciones de paisajes desérticos, sin encontrar rastro de posibles peligros. Pero tras el hallazgo de los restos de El Cóndor y los sorprendentes rastros que ha dejado su atacante, el mismomecanismo que acabó con su gemela se pondrá en marcha para probar la supuesta condición de invencible de la nave.
Así, si la primera parte de la novela se asemeja a una investigación forense, con elintento de averiguar las causas del desastre de El Cóndor, la segunda mitad relata la lucha, por medios cada vez más sofisticados, de El Invencible contra el enemigo que le acecha. En escenas de una enormeplasticidad, comparables a los mejores pasajes de Solaris, Lem nos narra este enfrentamiento de dimensiones olímpicas entre las máquinas creadas por el ingenio del hombre y una fuerza imparablesurgida, aparentemente, de una evolución de base mecánica.
Y es que el inevitable "monstruo espacial" de El invencible no es sino la combinación de un número enorme de pequeñas briznas metálicas, dotadasde la capacidad de actuar de común acuerdo, capaz de destruir cualquier artefacto mecánico por pura acumulación de billones de partículas, y de quemar los cerebros humanos por el efecto de los campos...
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