El Jardinero
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EL JARDINERO
(Versión adaptada por José F. Pérez)
La escena era imponente, toda la tierra aparecía blanca, cubierta de un grueso manto de nieve, no había ni una hierba, ni un árbol que recordasen al viajero que tales cosas existían; sólo la blancura perdiéndose en el horizonte. Desde lejos, el viajerose destacaba como un punto negro en aquella inmensidad, pequeño, solo.
Algo muy importante debía haberle llevado hasta este paraje, una fuerza superior debía sostenerle pues sólo un corazón muy valeroso podría atreverse a enfrentar estas soledades.
- Dame fuerzas mi Dios, no me abandones, muchos días llevo en este sendero y sólo encuentro soledad, frío, desesperación... ¿Habré equivocado elcamino? ¿Me habrá engañado la voz que escuché?
Mi visión cada vez se acorta más, la niebla y el viento blanco me cierran el paso, pero mi determinación está tomada, si no encuentro lo que busco, aquí quedaré.
Cuando se ha visto por un instante la Luz, no se puede vivir ya sin ella.
Así pensaba el viajero mientras con paso cada vez más débil seguía la difícil ruta. La nieve searremolinaba ante él, lo envolvía como queriéndole detener para que no llegara a su meta. De pronto su pié resbaló, su cuerpo cansado, agotado, cayó. Quedó postrado de rodillas en el suelo inmaculado, sus ojos ya casi no veían, la desesperación iba ganando su corazón. Pero entonces el viento barrió un poco las brumas que lo envolvían y allí, algunos pasos más adelante había algo.
Primero un contornoborroso que se confundía con la blancura de la nieve pero no cabía duda, allí estaba lo que el viajero buscaba.
- Gracias Dios mío, no me has abandonado.
Se levantó lentamente, ya no sentía el cansancio, las dudas se habían disipado. Avanzó sin prisa, extasiado, a su paso la fina ventisca se iba abriendo dejando ver una alta muralla que se perdía hacia ambos lados. Frente a él se destacaba unPortal de gruesas maderas. Nuestro viajero se arrimó cauteloso, tras unos instantes de vacilación se irguió y con decisión golpeó una, dos, tres veces.
Luego el silencio, la espera. ¿Le recibirían? ¿Le considerarían digno? Todo era tan desolado, tan desierto que llegó a preguntarse si realmente alguien viviría allí.
El frío se hacía sentir cada vez más y la duda también. El tiempo transcurría ynada, ¿Llamaría nuevamente? Ya lo iba a hacer cuando percibió un leve crujido y vio que una pequeña ventana se abría. A través de ella pudo ver un par de ojos que le observaban atentamente. Luego sin mediar palabra se volvió a cerrar y después la gran puerta se entreabrió, pesada, lenta, tal vez hacía mucho tiempo que no se abría. La nieve acumulada en sus rincones cayó sorda al piso.
De estelado el espacio era inmenso, el sol brillaba esplendoroso, iluminando bellos jardines; reinaba una armonía que se podía oler, palpar, respirar. Todo estaba rodeado de caminos bellamente trazados por entre las plantas y las flores.
En los lugares más apartados se veían cómodos bancos que servían de reposo y lugar de meditación a los monjes que allí vivían. Se percibía un silencio muy especialen el que se escuchaba algo indefinido. Tal vez una melodía. Era un silencio lleno de vibraciones calmantes, relajantes. A lo lejos se divisaba un grupo de casas blancas con grandes galerías. Por ellas iban y venían los habitantes dedicados a sus tareas, lentamente el viajero cobró conciencia de sí mismo, entonces buscó alrededor alguien a quien dirigirse. Nadie había cerca.
Comenzó a caminarpor un sendero y de nuevo tuvo esa sensación de irrealidad interior, pues las distancias tenían distinto significados aquí dentro. De pronto lo que parecía estar cerca, se alejaba cuando él trataba de arrimarse.
En un recodo del camino, sorpresivamente, se encontró con un anciano que con gran atención estaba trabajando la tierra. Nuestro viajero se detuvo esperando que aquel se percatara de su...
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