El jurista

EL JURISTA Y LOS DERECHOS DEL HOMBRE


Dr. José Luis Gutierrez

20 de febrero de 2002

Dignidad supercualificada del jurista.

Toda profesión, sin excepción alguna, posee una radical dignidad sagrada, cuya causa reside en la dignidad igualmente sacra propia de todo trabajo humano.

Y ello porque con el trabajo y por tanto con la profesión el hombre se perfecciona, se hace máshombre. Porque ambos actúan como coeficientes del servicio que toda persona tiene que prestar al prójimo en general y en particular a la propia familia y a la entera sociedad a la que pertenece. Y por último, porque con el trabajo profesional expresa el hombre a diario el culto y el servicio que a Dios, creador y conservador, se debe[1].

Toda profesión, repito, tiene algo esencialmente sagrado.Pero existen algunas profesiones, tres en concreto, que ostentan un segundo grado o nivel adicional de sacralidad: el magisterio, la medicina y el derecho, esto es, el maestro, el médico y el jurista.

El maestro, como transmisor de la cultura recibida y educador de las generaciones nuevas. El maestro no es un simple trabajador de la enseñanza. Es mucho más, una especie de padre de espíritudel educando.

En cuanto al médico, éste no es un mero funcionario de la salud. Por su función de sanación del cuerpo, de mantenimiento de la salud [2], interviene como consejero cordial del enfermo; función que tenía y ojalá siga teniendo expresión cuasisacerdotal en la figura del médico de familia.

Y el jurista, porque trata al hombre, dentro del laberinto de las relaciones humanas, ensituaciones conflictivas, que afectan directa y gravemente, según los casos, al honor, al patrimonio, a la familia y a la libertad.

La profesión del derecho, en el amplio abanico de sus modalidades, es profesión sobremanera humanizante y personalizante. "Nadie tal vez, aparte del sacerdote, - comentaba Pablo VI -, conoce mejor que el abogado la vida humana bajo sus aspectos más variados, másdramáticos, más dolorosos, los más defectuosos a veces, pero con frecuencia también los mejores"[3].

Nada de extraño tiene que la Iglesia y con ella la Doctrina Social de la Iglesia consideren la profesión del jurista - guía, consejero y defensor - como una de las de mayor estima, respeto y responsabilidad; profesión a la que Pablo VI calificó como ministerio de la justicia, que se adentra por elterreno de la caridad, y de la que, como sus predecesores, hizo una fundada apología[4].

La abogacía, como ciencia y como arte.

Antes de entrar en el campo de los derechos del hombre, adelanto unas palabras que amplían esta dignidad supercualificada del jurista.

El jurista es el hombre del derecho, de la norma reguladora de la convivencia, y de la defensadel hombre. Ejerce con ello una función social de primer orden. ¿Cuál es esa función? La de aplicar las normas, necesariamente abstractas, genéricas, de la ley a los casos concretos, teniendo en cuenta el sentido de la ley, su contexto, y también todas las circunstancias particulares, materiales y psicológicas, de cada caso.

Necesita, en consecuencia, un conocimiento lo más perfecto posible dela legislación, de la jurisprudencia pertinente y también de las curvas y contracurvas de los procedimientos. Y necesita tener, además, una certera capacidad de análisis y de visión completa para desenvolverse en la complejidad, a veces desordenada, del caso particular al que atiende.

La abogacía es ciencia y es al mismo tiempo arte.

Como ciencia, se impone el conocimiento, el dominio delderecho positivo y en particular de las disciplinas jurídicas dentro de las cuales se mueve en el ejercicio de la profesión. Por eso se alza como etapa previa, como fundamento firme, todo el período básico de los estudios universitarios. Y se impone además durante toda la vida una especie de formación permanente que atienda e incorpore los cambios, los avances, los progresos de la legislación,...