El Lector Y Su Doble

Páginas: 19 (4686 palabras) Publicado: 25 de septiembre de 2012
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“El lector y su doble” ELOGIO DE LO IMPOSIBLE Alberto Manguel
Impartida el 30 de marzo del 2007 en el Auditorio Silvano Barba del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara, México.

Comienzo con una de mis novelas policiales favoritas, Gaudy Night, de Dorothy L. Sayers, leída por primera vez a los once o doce años y después muchas veces releída.Aquella noche, después del complicado casamiento de Lord Peter Wimsey con su amada Harriet Vane, a quien el aristocrático detective había defendido de un oprobioso cargo de asesinato, la duquesa de Denver, madre de Lord Peter, busca en su biblioteca un libro para aliviar su mente de las fatigas del día. Su mano se dirige hacia la novela de Cronin, Las estrellas miran hacia abajo, que estátratando de acabar desde hace varias semanas, pero decide que lo que necesita es algo menos lúgubre y más sedante, y la anciana duquesa se va a la cama con un ejemplar de Alicia en el País de las Maravillas. El lector, nostálgico, comprende. La relectura es privilegio de la infancia y también de la edad madura. De niños nos gusta la repetición, saber que la misma hacha abrirá la misma panza del mismolobo travestido, y que otra vez el mismo volcán vomitará de sus entrañas la roca salvadora con los mismos viajeros del Centro de la Tierra. Más tarde, adolescentes y adultos, buscamos los dudosos méritos de lo original y de lo nuevo;

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obligatoriamente, nos importan primero las literaturas experimentales y luego las listas de best-sellers. Ya de viejos, hartos de novedad, el recuerdo de unaantigua lectura nos vuelve nostálgicos. Con la esperanza de sentir una vez las emociones que (bien sabemos) no pueden sentirse más que la primera vez, cuando ignorábamos que el Dr Jekyll y Mr Hyde eran una sola y terrible persona, abrimos los libros que conocimos allá lejos y hace tiempo. El temor a la desilusión no nos detiene. Volvemos a las consabidas páginas sabiendo que no lograremos ser loscandorosos lectores que una vez fuimos, pero que en cambio, si tenemos suerte, podremos descubrir rincones insospechados en esas geografías que creíamos conocer tan bien. Ya no podemos razonar como Alicia, pero de pronto podemos sentir, como ella, el terror de ahogarnos en el mar de nuestras propias lágrimas. Al final de su vida, Pablo Neruda quiso releer a Emilio Salgari, a quien había leídocuando de jovencito escribía sus primeros versos en un cuaderno de matemáticas, durante el abrasador verano de Cautín, bajo el cerro Ñielol y, conmovido, el viejo poeta socialista soñó nuevamente con ser un bucanero ávido de sangre y de tesoros. Adolfo Bioy Casares, a los ochenta años, volvió a la historia de Pinocho. “No sólo la leí en el libro de Collodi, su inventor, sino también en una serie dela editorial Calleja, de autor no declarado, un tal Salvador Bertolozzi, un madrileño que la continuó y que, por lo menos para el chico que fui, escribió las mejores aventuras de Pinocho,” recordó Bioy. Y agregó: “El más íntimo encanto de la aventura nos llega en la enunciación de las circunstancias domésticas que la rodean.” Borges, pasados los sesenta años, se acordaba perfectamente del diseñode la revista en la que, de niño, leyó los Cuentos de la Selva de Kipling, recordando incluso si cierta ilustración se encontraba en una página par o impar. Y sin

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embargo, al escuchar ahora esas historias leídas tanto tiempo atrás, quedaba de pronto atónito, y confesaba que cierta frase, cierto detalle olvidado, le había inspirado una frase o detalle en una de sus propias ficciones.Michael Dorris, el escritor indígena norteamericano, que de niño había sido ferviente lector de la serie La casita en la pradera de Laura Ingalls, intentó resucitar el placer de sus tardes infantiles leyéndole esos libros a sus propios chicos, antes de darse cuenta, horrorizado, que Ingalls describía a los indígenas de manera despectiva y racista, y Dorris se vio obligado a improvisar una versión...
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