El legado del liberalismo
Por ANTONIO HERMOSA ANDUJAR
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN.—II. LA INSTAURACIÓN DEL DERECHO: 1. Crítica del Esta-
do de Naturaleza. 2. El Derecho como exigencia imperativa de la Razón.
3. El Derecho como fin de la Historia.—III. EL MODELO KANTIANO DE SO-
CIEDAD INTERNACIONAL: 1. La Crítica del «Equilibrio de Poder». 2. Crítica delDerecho de Guerra. 3. La Organización de la Sociedad Internacional.—IV. IDEAL Y REALIDAD EN EL PROYECTO KANTIANO.
I.
INTRODUCCIÓN
La guerra fue la gran protagonista de la práctica de las relaciones internacionales y la enemiga común de la abundante producción teórica elaborada sobre aquélla en la época moderna; unos intentaron civilizarla, y, al respecto, establecieron las reglas que fijabanel comportamiento de los Estados en la misma; otros intentaron erradicarla, y adscribieron a su antagonista natural, la paz, una serie de valores que terminarían por imponerse en la generalidad de las conciencias a los deparados por la guerra. En este sentido, y desde una perspectiva estrictamente temporal, la obra kantiana blasonaba de una bien consolidada genealogía, y el provinciano universalde Konigsberg podía contar, mirando hacia atrás, un gran número de aliados. Pero si, como es menester, desplazamos el criterio a la cualidad de la solución, la concepción kantiana deja de ser una más para convertirse en la síntesis y superación de las concepciones modernas sobre la paz. Un Erasmo, pongamos por caso, se contentaba con apelar al arbitraje —de obispos preferentemente (1)— comoinstrumento
(1) Según W. Jones tal fue su única «sugerencia constitucional» (El mundo más allá de la «Carta», Madrid, 1972, pág. 22).
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Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) Núm. 64. Abril-Junio 1989
ANTONIO HERMOSA ANDUJAR
de mediación en los conflictos interestatales, mientras en Kant, en cambio, el problema de la paz es el problema de la instauración del Derecho. Es decir, unproblema cuya solución exige reformas constitucionales en el interior y una organización institucional de la sociedad internacional, además de un respeto legalmente reconocido a los pueblos y a los individuos. Dicho de otro modo: la paz advendrá con el establecimiento de un régimen republicano en cada Estado singular, de una Federación de Estados y de un Derecho cosmopolita. La concepción kantianaincorpora numerosos elementos de las doctrinas precedentes, pero los reelabora en conexión con los principios de su filosofía trascendental y el naturalismo de su filosofía de la historia —la cual, por otro lado, no rehusa la presencia de ciertos principios a priori. Kant, en efecto, asume la validez positiva de la paz, que un Spinoza había afirmado para el Derecho interno, y un Crucé y un Vattelhabían hecho valer para las relaciones internacionales (2). En la crucial coyuntura presente —la guerra no sólo mantiene atrapado el vuelo de la cultura hacia la liberación de individuos y pueblos en la red de la mera posibilidad, sino que su propagación amenaza directamente la supervivencia de aquéllos—, la paz es elevada por Kant a valor supremo, a fin ético al que todas las fuerzas del Derechopúblico deben rendir homenaje. La primera consecuencia de todo ello consiste en la crítica del Derecho internacional contemporáneo, el cual, legitimando el recurso a la guerra, suprime todo vínculo en la conducta internacional del Estado, da por ley la fuerza y transforma la fuerza en razón. El proyecto kantiano, por el contrario, se incluye en la estela reformista de Bodin, Grocio y Vattel, propugnandoun nuevo Derecho internacional creado por los Estados y con carácter vinculante para ellos: que en Kant, además, se presenta a la vez como aplicación y desarrollo legislativo positivo del imperativo categórico y como 'fin' de la Historia (3). Este último aspecto permite vislumbrar una nueva dimensión en la concepción kantiana de la paz. Si de un lado rechaza la presencia de elementos
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