El Llamado De La Selva
Jack London
Colección
Literatura Juvenil
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Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta: Patricio Olivera
Diagramación de interiores: Victoria Villalba
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Primera edición en español en versión digital
© LibrosEnRed, 2008
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ÍNDICE
Capítulo I.La vuelta al atavismo
5
Capítulo 2. La ley del garrote y el colmillo
14
Capítulo 3. La primitiva bestia dominante
22
Capítulo 4. La conquista del poder
34
Capítulo 5. El duro esfuerzo del camino
41
Capítulo 6. Por el amor de un hombre
53
Capítulo 7. El eco de la llamada
64
Acerca del autor
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Editorial LibrosEnRed
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CAPÍTULO I. LA VUELTA ALATAVISMO
Nostalgias inmemoriales de nomadismo brotan
debilitando la esclavitud del hábito;
de su sueño invernal despierta otra vez,
feroz, la tensión salvaje.
Buck no leía los periódicos, de lo contrario habría sabido que una amenaza se cernía no sólo sobre él, sino sobre cualquier otro perro de la costa,
entre Puget Sound y San Diego, con fuerte musculatura y largo y abrigado
pelaje.Porque a tientas, en la oscuridad del Ártico, unos hombres habían
encontrado un metal amarillo y, debido a que las compañías navieras y de
transporte propagaron el hallazgo, miles de otros hombres se lanzaban
hacia el norte. Estos hombres necesitaban perros, y los querían recios, con
una fuerte musculatura que los hiciera resistentes al trabajo duro y un pelo
abundante que los protegiera delfrío.
Buck vivía en una extensa propiedad del soleado valle de Santa Clara, cono cida como la finca del juez Miller. La casa estaba apartada de la carretera,
semioculta entre los árboles a través de los cuales se podía vislumbrar la ancha y fresca galería que la rodeaba por los cuatro costados. Se llegaba a ella
por senderos de grava que serpenteaban entre amplios espacios cubiertos
de césped y bajolas ramas entrelazadas de altos álamos. En la parte trasera
las cosas adquirían proporciones todavía más vastas que en la delantera.
Había espaciosas caballerizas atendidas por una docena de cuidadores y
mozos de cuadra, hileras de casitas con su enredadera para el personal, una
larga y ordenada fila de letrinas, extensas pérgolas emparradas, verdes prados, huertos y bancales de fresas yframbuesas. Había también una bomba
para –el pozo artesiano y un gran estanque de hormigón donde los chicos
del juez Miller se daban un chapuzón por las mañanas y aliviaban el calor
en las tardes de verano.
Sobre aquellos amplios dominios reinaba Buck. Allí había nacido y allí había
vivido los cuatro años de su existencia. Es verdad que había otros perros,
pero no contaban. Iban y venían, seinstalaban en las espaciosas perreras
o moraban discretamente en los rincones de la casa, como Toots, la perrita
japonesa, o Ysabel, la pelona mexicana, curiosas criaturas que rara vez aso 5
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maban el hocico de puertas afuera o ponían las patas en el exterior. Una
veintena al menos de foxterriers ladraba ominosas promesas a Toots e Ysabel, que los miraban por lasventanas, protegidas por una legión de criadas
armadas de escobas y fregonas.
Pero Buck no era perro de casa ni de jauría. Suya era la totalidad de aquel
ámbito. Se zambullía en la alberca o salía a cazar con los hijos del juez, escoltaba a sus hijas, Mollie y Alice, en las largas caminatas que emprendían
al atardecer o por la mañana temprano, se tendía a los pies del juez delante
del fuego...
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