El Lugar Antropologico
El lugar antropológico
El lugar común al etnólogo y a aquellos de los que habla es un lugar,precisamente: el que ocupan los nativos que en él viven, trabajan, lo defienden,marcan sus puntos fuertes, cuidan las fronteras pero señalan también la huella delas potencias infernales o celestes, la de los antepasados o de los espíritus quepueblan y animan la geografía íntima, como si el pequeñotrozo de humanidad queles dirige en ese lugar ofrendas y sacrificios fuera también la quintaesencia de lahumanidad, como si no hubiera humanidad digna de ese nombre más que en ellugar mismo del culto que se les consagra.Y el etnólogo, por el contrario, se vanagloria de poder descifrar a través dela organización del lugar (la frontera siempre postulada y balizada entre naturalezasalvaje y naturalezacultivada, la repartición permanente o provisional de las tierrasde cultivo o de las aguas para la pesca, el plano de los pueblos, la disposición delhabitat y las reglas de residencia, en suma, la geografía económica, social, políticay religiosa del grupo) un orden tanto más coercitivo, y en todo caso evidente, en lamedida en que su transcripción en el espacio le da la apariencia de unasegundanaturaleza. El etnólogo se ve así como el más sutil y el más sabio de los nativos.Este lugar común al etnólogo y a sus nativos es en un sentido (en elsentido del latín
invenire)
una invención: ha sido descubierto por aquellos que loreivindican como propio. Los relatos de fundación son raramente relatos deautoctonía; más a menudo son por el contrario relatos que integran a los genios dellugar y a losprimeros habitantes en la aventura común del grupo en movimiento.La marca social del suelo es tanto más necesaria cuanto que no es siempre original.El etnólogo, por su parte, también descubre esta marcación. Sucede incluso que suintervención y su curiosidad pueden despertar en aquellos a quienes investiga elgusto por sus orígenes que pudieron atenuar, ahogar a veces, los fenómenosligados a laactualidad más reciente: las migraciones hacia la ciudad, los nuevospoblamientos, la extensión de las culturas industriales.Por cierto, en el origen de esta doble invención existe una realidad, que leprovee su materia prima y su objeto. Pero ésta puede engendrar también fantasíase ilusiones: fantasía del nativo, de una sociedad anclada desde tiemposinmemoriales en la perennidad de un terruño intocadomás allá del cual nada es yaverdaderamente pensable; ilusión del etnólogo, de una sociedad tan transparente
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en sí misma que se expresa entera en la menor de sus costumbres, en cualquierade sus instituciones así como en la personalidad global de cada uno de los que lacomponen. La consideración de la cuadrícula sistemática de la naturaleza que hanoperado todas las sociedades, aun las nómades,prolonga la fantasía y alimenta lailusión.La fantasía de los nativos es la de un mundo cerrado fundado de una vez ypara siempre que, a decir verdad, no debe ser conocido. Se conoce ya todo lo quehay que conocer: las tierras, el bosque, los orígenes, los puntos notables, loslugares de culto, las plantas medicinales, sin desconocer las dimensionestemporales de un estado de los lugares en el cual losrelatos de origen y elcalendario ritual postulan su legitimidad y aseguran en principio su estabilidad.Dado el caso, es necesario
reconocerse
en él. Todo acontecimiento imprevisto, aunsi, desde el punto de vista ritual, es perfectamente previsible y recurrente, como loson los nacimientos, las enfermedades y la muerte, exige que se lo interprete, nopara ser conocido, a decir verdad, sino paraser reconocido, es decir para ser dignode un discurso, de un diagnóstico en los términos ya catalogados cuyo enunciadono sea susceptible de chocar a los guardianes de la ortodoxia cultural y la sintaxissocial. Que los términos de este discurso sean voluntariamente espaciales no podríasorprender, a partir del momento en que el dispositivo espacial es a la vez lo queexpresa la identidad del grupo...
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