El lugar sin limites
EL LUGAR SIN LÍMITES
Para Rita y Carlos Fuentes
4a edición abril 1984
La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera. S A
Camps y Fabrés, 5 Barcelona (España)
C José Donoso 1965
Diseño de cubierta Neslé Soulé
Printed in Spain
ISBN 840205161 8 / Depósito legal B 5 715 1984
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera. S A
Carretera Nacional 152, km21.650 Parets de Valles (Barcelona 1984)
ÍNDICE
CAPÍTULO I 6
CAPÍTULO II 9
CAPÍTULO III 15
CAPÍTULO IV 22
CAPÍTULO V 29
CAPÍTULO VI 34
CAPÍTULO VII 42
CAPÍTULO VIII 47
CAPÍTULO IX 54
CAPÍTULO X 59
CAPÍTULO XI 65
CAPÍTULO XII 70
Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno.
Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?
Mefistófeles:Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos.
Donde somos torturados y permaneceremos siempre.
El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos
y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer...
MARLOWE, Doctor Fausto
CAPÍTULO I
La Manuela despegó con dificultad susojos lagañosos, se estiró apenas y volcándose hacia el lado opuesto de donde dormía la Japonesita, alargó la mano para tomar el reloj. Cinco para las diez. Misa de once. Las lagañas latigudas volvieron a sellar sus párpados en cuanto puso el reloj sobre el cajón junto a la cama. Por lo menos media hora antes que su hija le pidiera el desayuno. Frotó la lengua contra su encía despoblada: como aserríncaliente y la respiración de huevo podrido. Por tomar tanto chacolí para apurar a los hombres y cerrar temprano. Dio un respingo —¡claro!—, abrió los ojos y se sentó en la cama: Pancho Vega andaba en el pueblo. Se cubrió los hombros con el chal rosado revuelto a los pies del lado donde dormía su hija. Sí. Anoche le vinieron con ese cuento. Que tuviera cuidado porque sacaron la ropa y poniéndole sufamoso vestido de española a la fuerza se lo rajaron entero. Habían comenzado a molestar a la Japonesita cuando llegó don Alejo, como por milagro, como si lo hubieran invocado. Tan bueno él. Si hasta cara de Tatita Dios tenía, con sus ojos como de loza azulina y sus bigotes y cejas de nieve.
Se arrodilló para sacar sus zapatos de debajo del catre y se sentó en la orilla para ponérselos. Habíadormido mal. No sólo el chacolí, que hinchaba tanto. Es que quién sabe por qué los perros de don Alejo se pasaron la noche aullando en la viña... Iba a pasarse el día bostezando y sin fuerza para nada, con dolores en las piernas y en la espalda. Se amarró los cordones lentamente, con rosas dobles... al arrodillarse, allá en el fondo, debajo del catre, estaba su maleta. De cartón, con la pinturapelada y blanquizca en los bordes, amarrada con un cordel: contenía todas sus cosas. Y su vestido. Es decir, lo que esos brutos dejaron de su vestido tan lindo. Hoy, junto con despegar los ojos, no, mentira, anoche, quién sabe por qué y en cuanto le dijeron que Pancho Vega andaba en el pueblo, le entró la tentación de sacar su vestido otra vez. Hacía un año que no lo tocaba. ¡Qué insomnio, ni chacolíagriado, ni perros, ni dolor en las costillas! Sin hacer ruido para que su hija no se enojara, se inclinó de nuevo, sacó la maleta y la abrió. Un estropajo. Mejor ni tocarlo. Pero lo tocó. Alzó el corpiño... no, parece que no está tan estropeado, el escote, el sobaco... componerlo. Pasar la tarde de hoy domingo cosiendo al lado de la cocina para no entumirme. Jugar con los faldones y la cola,probármelo para que las chiquillas me digan de dónde tengo que entrarlo porque el año pasado enflaquecí tres kilos. Pero no tengo hilo. Arrancando un jironcito del extremo de la cola se lo metió en el bolsillo. En cuanto le sirviera el desayuno a su hija iba a alcanzar donde la Ludovinia para ver si entre sus cachivaches encontraba un poco de hilo colorado, del mismo tono. O parecido. En un pueblo...
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