El mal de grito
Una semana más tarde ya estaban casados y viajaron a la aldea de Abegaz. La casa estabareluciente, la ropa impecable y la comida era deliciosa. Aparte de ser tan bella Meseletch era diligente y trabajadora. Pero el no la trataba bien, le hablaba a gritos, se quejaba de todos y en más de unaocasión le pegó un sopapo. Una noche Meseletch se despertó y comenzó a gritar como enloquecida.
— ¡Aaayy, aaayyyy! —gemía sin control como amplificador. — ¡Cállate bruja o te doy con mi cinto!— laamenazaba Abegaz, tapándole la boca con un pañuelo, pero no conseguía calmarla. Y no lo logró en toda la madrugada, pues Meseletch siguió con sus alaridos asta el amanecer cuando los animales del corral secontagiaron de su locura. Preocupado porque Meseletch no dejó de gritar en dos días, Abegaz fue a consultar al curandero del pueblo.
—Algo le ocurre a mi señora, no para de gritar —le explicó. —Puedoayudarla con una medicina especial para el mal del grito, pero necesito un ingrediente especial para el mal del grito. Tienes que subir a la montaña y buscar a la leona que vive allí. Arráncale un...
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