El Manantial

Páginas: 518 (129286 palabras) Publicado: 16 de julio de 2013
TOMO II

Ayn Rand

EL
MANANTIAL
EDITORIAL PLANETA

EDICIONES G.R.

Título original:
THE FOUNTAiNHEAD

Traducción de
LUIS DE PAOLA
Portada de
GRACIA
© Ayn Rand, 1958
© Editorial Planeta, 1975

Depósito Legal: B. 40.793 (n) –1975
ISBN: 84-0143973-6 (Obra completa)
ISBN: 84-0143282-0 (Tomo II)
ISBN: 84-320-5407-0 (Publicado anteriormente por
Editorial Planeta)

Difundidopor

PLAZA & JANES, S. A.
Espulgas de Llobregat: Virgen de Guadalupe, 21-33
Buenos Aires: Lambare, 893
México 5. D.F.: Amazonas, 44,2.° piso
Bogotá: Carrera 8.a Núms. 17-41

LIBROS RENO son editados por
Ediciones G. P., Virgen de Guadalupe, 21-33
Esplugas de Llobregat (Barcelona)
e impresos por Gráficas Guada, S. A.,
Virgen de Guadalupe, 33
Esplugas de Llobregat (Barcelona) – ESPAÑA TERCERA PARTE
GAIL WYNAND
I

Gail Wynand se colocó el revólver en la sien.
Sintió la presión del anillo metálico en su piel... y
nada más. Podía haber tenido en la mano un tubo de
plomo o una joya; no era nada más que un pequeño
círculo sin significado.
—Voy a morir —dijo en voz alta, y bostezó.
No sentía ni consuelo ni desesperación ni temor. El
momento de su fin no presentabasiquiera un poco de
seriedad. Era un momento anónimo. Hacía pocos
minutos había tenido el cepillo de los dientes en la
mano; ahora tenía una pistola con la misma indiferencia.
«Uno no muere así —pensó—. Es preciso sentir gran
alegría o un saludable terror. Uno no debe saludar su
propio fin. Que sienta un espasmo de terror y apretaré el
gatillo.» No sintió nada.
Se encogió de hombros y bajó elarma. La estuvo
golpeando ligeramente en la palma de la mano
izquierda: «La gente siempre habla de una muerte negra
o de una muerte roja —pensó—; la tuya, Gail Wynand,
será una muerte gris. ¿Por qué no ha dicho nadie jamás
que éste es el horror último? Ni gritos ni súplicas ni
convulsiones. Ni la indiferencia de un limpio vacío,
desinfectado por el fuego de un gran desastre. Pero
esto...un horror insignificante, tiznado, pequeño,
incapaz de producir espanto. Tú no puedes proceder así
—se dijo a sí mismo, sonriendo fríamente—, sería de

muy mal gusto.»
Se dirigió a su dormitorio. Su residencia se hallaba
situada en el piso quincuagésimo séptimo de un gran
hotel residencial que le pertenecía en el centro de
Manhattan. Podía contemplar toda la ciudad, que se
extendíaabajo. El dormitorio era una caja de vidrio que
estaba sobre el tejado de la casa. Las paredes y el techo
eran inmensas láminas de vidrio. Había cortinas
azuladas para cubrir las paredes y cerrar la habitación
cuando lo deseaba, pero no había nada para cubrir el
techo. Yaciendo en la cama, podía estudiar las estrellas
que estaban sobre su cabeza, ver el fulgor de los
relámpagos u observar lalluvia rompiéndose en furiosos
y brillantes estallidos como pequeños soles contra la
protección transparente. Le gustaba apagar la luz y
descorrer todas las cortinas cuando estaba en la cama
acompañado. «Estamos durmiendo a la vista de seis
millones de personas», le decía.
Ahora estaba solo. Las cortinas estaban descorridas.
Miraba la ciudad. Era tarde y el gran tumulto de las
luces de abajoempezaba a morir. Pensó que no le había
importado contemplar a la ciudad muchos años, y que
no le importaría verla de nuevo. Se apoyó contra la
pared y sintió el vidrio frío a través de la fina seda
oscura de su pijama. Tenía un monograma bordado en
blanco en el bolsillo de arriba. G. W., reproducción
exacta de como firmaba sus iniciales con un solo trazo
violento.
La gente decía que lamayor paradoja de Wynand,
entre muchas, era su aspecto. Parecía un producto
decadente, final, refinado, de una larga estirpe, y todo el
mundo sabía que procedía del arroyo. Era alto,
demasiado delgado para la belleza física, como si toda
su carne y sus músculos hubiesen sido eliminados. No le
era necesario permanecer erguido para dar impresión de
dureza. Como una pieza de costoso acero, se...
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