El Mar Del Tiempo Perdido

Páginas: 23 (5507 palabras) Publicado: 30 de octubre de 2012
EL MAR DEL TIEMPO PERDIDO — 1961
Hacia el final de enero el mar se iba volviendo áspero, empezaba a vaciar sobre el pueblouna basura espesa, y pocas semanas después todo estaba contaminado de su humor insoportable. Desde entonces el mundo no valía la pena, al menos hasta el otro diciembre,y nadie se quedaba despierto después de las ocho. Pero el año en que vino el señor Herbertel mar no sealteró, ni siquiera en febrero. Al contrario, se hizo cada vez más liso yfosforescente, y en las primeras noches de marzo exhaló una fragancia de rosas.Tobías la sintió. Tenía la sangre dulce para los cangrejos y se pasaba la mayor parte de lanoche espantándolos de la cama, hasta que volteaba la brisa y conseguía dormir. En suslargos insomnios había aprendido a distinguir todo cambio del aire. De modoque cuandosintió un olor de rosas no tuvo que abrir la puerta para saber que era un olor del mar.Se levantó tarde. Clotilde estaba prendiendo fuego en el patio. La brisa era fresca y todaslas estrellas estaban en su puesto, pero costaba trabajo contarlas hasta el horizonte a causade las luces del mar. Después de tomar café, Tobías sintió un rastro de la noche en elpaladar.
—Anoche —recordó—sucedió algo muy raro.
Clotilde, por supuesto, no lo había sentido. Dormía de un modo tan pesado que ni siquiera recordaba los sueños.
—Era un olor de rosas —dijo Tobías—, y estoy seguro que venía del mar.
—No sé a qué huelen las rosas —dijo Clotilde.
Tal vez fuera cierto. El pueblo era árido, con un suelo duro, cuarteado por el salitre, y sólode vez en cuando alguien traía de otra parte un ramo deflores para arrojarlo al mar en elsitio donde se echaban los muertos.
—Es el mismo olor que tenía el ahogado de Guacamayal —dijo Tobías.
—Bueno —sonrió Clotilde—, pues si era un buen olor, puedes estar seguro que no veníade este mar.
Era, en efecto, un mar cruel. En ciertas épocas, mientras las redes no arrastraban sinobasura en suspensión, las calles del pueblo quedaban llenas de pescadosmuertos cuando seretiraba la marea. La dinamita sólo sacaba a flote los restos de antiguos naufragios.Las escasas mujeres que quedaban en el pueblo, como Clotilde, se cocinaban en el rencor.Y como ella, la esposa del viejo Jacob, que aquella mañana se levantó más temprano quede costumbre, puso la casa en orden, y llegó al desayuno con una expresión de adversidad
—Mi última voluntad —dijo a su esposo—es que me entierren viva.
Lo dijo como si estuviera en su lecho de agonizante, pero estaba sentada al extremo de lamesa, en un comedor con grandes ventanas por donde entraba a chorros y se metía por todala casa la claridad de marzo. Frente a ella, apacentando su hambre reposada, estaba el viejoJacob, un hombre que la quería tanto y desde hacía tanto tiempo, que ya no podía concebir ningúnsufrimiento que no tuviera origen en su mujer.
—Quiero morirme con la seguridad que me pondrán bajo tierra, como a la gente decente
—prosiguió ella—. Y la única manera de saberlo es yéndome a otra parte a rogar la caridad para que me entierren viva.
—No tienes que rogárselo a nadie —dijo con mucha calma el viejo Jacob—. Te llevaré yo mismo.
—Entonces nos vamos —dijo ella—, porque voy a morirme muypronto.
El viejo Jacob la examinó a fondo. Sólo sus ojos permanecían jóvenes. Los huesos se lehabían hecho nudos en las articulaciones y tenía el mismo aspecto de tierra arrasada que alfin y al cabo había tenido siempre.
—Estás mejor que nunca —le dijo.
—Anoche —suspiró ella— sentí un olor de rosas.
—No te preocupes —la tranquilizó el viejo Jacob—. Esas son cosas que nos suceden a los pobres.—Nada de eso —dijo ella—. Siempre he rogado que se me anuncie la muerte con ladebida anticipación, para morirme lejos de este mar. Un olor de rosas, en este pueblo, nopuede ser sino un aviso de Dios.
Al viejo Jacob no se le ocurrió nada más que pedirle un poco de tiempo para arreglar lascosas. Había oído decir que la gente no se muere cuando debe, sino cuando quiere, y estabaseriamente...
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