El Matadero

Páginas: 25 (6149 palabras) Publicado: 21 de marzo de 2013
Esteban Echeverría

El matadero

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Esteban Echeverría

El matadero

I
A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de
sus ascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores españoles de
América que deben ser nuestros prototipos. Temo muchas razones parano seguir ese
ejemplo, las que callo por no ser difuso. Diré solamente que los sucesos de mi narración,
pasaban por los años de Cristo de 183... Estábamos, a más, en cuaresma, época en que
escasea la carne en Buenos Aires, porque la iglesia adoptando el precepto de Epitecto,
sustine abstine (sufre, abstente) ordena vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a
causa de que la carnees pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la
iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios el imperio inmaterial sobre las
conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y
racional que vede lo malo.
Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos católicos,
sabiendo que el pueblo de BuenosAires atesora una docilidad singular para someterse a
toda especie de mandamiento, solo traen en días cuaresmales al matadero, los novillos
necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la abstinencia por
la Bula..., y no con el ánimo de que se harten algunos herejotes, que no faltan, dispuestos
siempre a violar los mandamientos carnificinos de la iglesia, y acontaminar la sociedad con
el mal ejemplo.
Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los
pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso
barro. Una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y
extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas del alto. El Platacreciendo embravecido empujó esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr
hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse como un lago
inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del Norte al Este por una cintura
de agua y barro, y al Sud por un piélago blanquecino en cuya superficie flotaban a la
ventura algunos barquichuelos y negreaban laschimeneas y las copas de los árboles, echaba
desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando misericordia al
Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo
novenarios y continuas plegarias. Los predicadores atronaban el templo y hacían crujir el
púlpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está porvenir. La cólera

divina rebosando se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros pecadores! ¡Ay de vosotros
unitarios impíos que os mofáis de la iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la
palabra de los ungidos del Señor! ¡Ay de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los
altares! Llegará la hora tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas
imprecaciones. Vuestraimpiedad, vuestras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes
horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor. La justicia y el Dios de la
Federación os declarará malditos.
Las pobres mujeres salían sin aliento, anonadadas del templo, echando, como era
natural, la culpa de aquella calamidad a los unitarios.
Continuaba, sin embargo, lloviendo a cántaros, y la inundacióncrecía acreditando el
pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a tocar rogativas por orden del
muy católico Restaurador, quien parece no las tenía todas consigo. Los libertinos, los
incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse al ver tanta cara compungida,
oír tanta batahola de imprecaciones. Se hablaba ya como de cosa resuelta de una procesión
en que debía ir...
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