El medico de los muertos
No creo sea aventurado afirmar que en nuestra patria, de cada diez personas, cuatro son
médicos, cuatro abogados y las dos restantes generales. Las demás profesiones están repartidas
entre individuos que, habiendo fracasado en esas carreras o encontrándose fuera de servicio, han
creído oportuno dedicarse a algo más productivo. Conviene aclarar que de esadecena, la mitad,
por lo menos, son periodistas, sin que esto quiera decir que los tales sean capaces de escribir
correctamente ni aun cartas a la familia.
Esta abundancia y exceso de profesionales redunda, desde luego, en perjuicio de la calidad.
Son infinitos los abogados sin clientes y médicos sin enfermos, que, para ir viviendo,
desempeñan plazas de escribientes con treinta pesosy hasta de vigilantes y motoristas; lo que,
bien mirado, es un beneficio que hacen a la sociedad, porque si a esos doctores se les ocurriera
ejercer, sería necesario ensanchar las cárceles y los cementerios.
Y, después de los maridos, son galenos y togados los dos tipos que, a través de todos los
tiempos, más han servido de blanco a las burlas e ironías de los escritores.Circunscribiéndome ahora a los médicos, ¿quién no ha leído Le Médecin malgré lui, de
Moliére, o, por lo menos, el arreglo de Moratín El médico a palos? ¿quién no ha leído los
intencionados versos del más insigne de los saineteros españoles, o el famoso artículo El médico
de campo, del primero de nuestros costumbristas, José María de Cárdenas?
Moliére no quería a los médicos, seburlaba de ellos acribillándolos con sus dardos. Del
doctor Mauvillain, su íntimo amigo, decía:
—Es mi médico, me da recetas que yo no tomo y somos los mejores amigos del mundo.
Pero la burla más sangrienta que se ha hecho de los médicos, no se debe a un francés. Es
cubana. Por algo se llama a nuestra patria la tierra clásica del choteo.
Todos cuantos hayan tenido queacompañar los mortales despojos de algún familiar o amigo
hasta la última morada, la Quinta de los Pinos, o San Antonio Chiquito, como llama el vulgo a
nuestro cementerio general, habrán observado, sin duda, al final del Paseo de Carlos Tercero 30 y
a la falda del Castillo del Príncipe,31 hoy convertido en presidio, una fuente, la última de las
varias que adornan y embellecen esa calzada,construida por el general Tacón.32 Dicha fuente
marca el límite del Paseo y el comienzo del camino que conduce al cementerio de Colón. 33 ¿Os
habéis fijado en ella? ¿Habéis visto la estatua que ostenta en su remate?
Es una estatua, dijo el doctor José Antonio González Lanuza,34 hablando sobre el particular,
en un interesantísimo artículo publicado hace años, «es una estatua muy malacomo obra
artística: pequeña de cuerpo, cargada de espaldas, barbuda, envuelta a medias en un manto
cuyos rígidos pliegues, como las duras líneas de su pecho descubierto, recuerdan el estilo griego
arcaico, el Apolo de Tenea o la estatua funeraria de Orcomene, cuando más se le quiera
conceder de respetable y de rudimentariamente artística».
¡Es una estatua de Esculapio!
«Yese emblema del semidiós de la Medicina, continúa diciendo el doctor Lanuza, en la
puerta misma de la triste ruta que lleva directamente a la casa del descanso eterno, me parece,
por lo casual, por lo no intencionado, por lo graciosamente inconsciente, la más espiritual de las
bromas, macabra y festiva a un mismo tiempo, filosófica y burlona, demostrativa de lo poco que
vale elesfuerzo humano, de la inanidad de nuestra ciencia, y de que no hay nada más irónico
que el azar, ese tremendo o inaguantable bromista».
Y, bromista también irreductible, el doctor Lanuza pide que dejen la estatua ahí, «porque
tiene un valor ideológico en el sitio en que está, porque encierra toda una serie de ideas, porque
resulta supremamente alegórica, cumpliendo así con lo que es...
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