Escondido entre un recoveco de céntricas manzanas, apostado en la estrecha callejuela de Ernesto Pugibet, aparece un recinto peculiar, cuya arquitectura descuidada y poco llamativa sostiene las escalonadas estructuras de una techumbre antigua de bodega. Ahí se esconde el recinto gastronómico por excelencia de nuestra Ciudad.Los restaurantes de postín, los cocineros de mayor renombre, losembajadores y damas del cuerpo diplomático, los miembros de diferentes comunidades europeas, asiáticas, africanas y de Oceanía, más aquellos “gourmets” de casa, los ínclitos cocineros, los maestros de solemnidad y los humildes conocedores de la buena mesa; se dan cita cotidianamente para seleccionar los ingredientes indispensables para sus cocinas. Por la entrada poniente encontramos pletóricos puestosde hongos. El elenco de canastas lo componen los muy clásicos, ciudadanos del mundo vegetal, como champiñones y cazahuates o las setas cultivadas, hasta las maravillas cosechadas en los bosques, como los gruesos boletos tambien conocidos como setas silvestres, las yemitas u oronjas, predilectas de los Césares, los duraznillos, las cantarelas, los lactarios, las señoritas, las trompitas, los hongosenchilados, los hongos azules, los clavitos y hasta el cuitlacoche. Grandes canastas repletas de fúngicas pluralidades salen de los mostradores en caudalosa marcha de los pasillos a las escalinatas y de ahí a la calle.Los puestos de verduras y yerbas nos abren los ojos atónitos frente al espectáculo de los fruteros. Cada puesto se exhibe como armario de museo, cada pieza es pulida y brillante ymuestra sus encantos, ataviada con sus mejores galas. Si bien, cada fruta llama la atención, maravilla el universo en su conjunto. Aparecen contrastes de colores, tamaños, tonalidades y formas caprichosas. Destellos rojos, amarillos, verdes, naranja; caprichos disformes, cromatismo infinito, las texturas se ven, los colores se paladean, se respiran acordes de huerta, bosque y trópico, losmomentos y temporadas se manifiestan. Destacan las manzanas rojas y las verdes, las peras de diferentes tamaños y colores, las papayas abiertas muestran como el mamey, su color inflamado y su contraste con lo negro de sus semillas. Arriba están las piñas con sus penachos, las sandías y los racimos de plátanos unos muy machos y otros piadosos dominicos. Abajo sobresalen las cajitas de moras azules, lasde zarzamoras y las de frambuesas envueltas en brillantes capas transparentes. También las fresas llegaron en canastos y los cocos cortados con machete escurren su frescura. De las dinastías chinas aparecen los lichis, las mandarinas, y las pequeñas naranjitas. A los lados descansa el pérsimo junto a la pitahaya de tono rosa mexicano y aparecen atrás las guanábanas y al zapote prieto que esperanconvertirse en aguas, nieves, espumas o salsas. Se hermanan las ciruelas rojas, negras y amarillas, los duraznos y los chabacanos, los kivis y las carambolas con los ziricotes, las guayabas y los tejocotes. La nobleza vegetal impone limones reales aunque también los hay plebeyos, los mangos ofrecen diversos matices e intensidades sápidas, los Ataulfos, los de Manila y los petacones, otros soninjertos nuevos y exuberantes. Hay tunas verdes, amarillas y rojas, todas dulces y aristócratas. Destacan los higos negros del legado de San Felipe y las uvas globo, las verdes sin semilla y las rojas dulces y jugosas cuyos racimos caen sobre manteles hechos con hojas de plátano. Por los pasillos centrales nos acercamos a las verduras, la intensidad de aromas revelan su frescura y calidad, sus coloresrebasan los sentidos. Sobre la inmensidad de hojas, tallos y raíces encontramos botones de alcachofas de diversos tamaños, manojos de espárragos, flores de calabaza, frutos de tomate de milpa y jitomates verdes y rojos. Sobre la mesa, cajitas miniatura con verduras en : jitomates “capulín” rojos y amarillos, calabacitas redondas y alargadas, y hasta berenjenas traídas de Liliput. Se complementan...
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