El Misterio De La Laguna Azul
(Tomado de la revista Selecciones del Reader's Digest Agosto de 1995)
¿Acaso las imponentes ballenas grises están
Tratando de comunicarse con nosotros?
Por Paula McDonald
EL SOL de la mañana resplandece en las aguas de una profunda ensenada, en mitad de la costa occidental de Baja California.
Me embarco en una lancha de madera, acompañada de minieta Rhiannon, de 12 años, a la que he invitado para que vea con sus propios ojos el misterio de la Laguna de San Ignacio.
Nuestro guía, un pescador del lugar, pone en marcha el viejo motor fuera de borda y enfila al interior de la laguna. Avanzamos entre resoplidos del motor unos 800 metros, escudriñando las relucientes aguas. De pronto, una enorme cabeza con un ojo más grande que una pelotade beisbol emerge a unos centímetros de la borda. Una ballena gris de 36 toneladas y tres veces el largo de la embarcación ha salido a flote, y se queda inmóvil junto a nosotros.
Todos contenemos el aliento unos instantes. Luego, mi nieta y yo extendemos los brazos y acariciamos la imponente cara, cubierta de cicatrices y percebes. Es una piel de tacto agradable, lisa y resbaladiza como el hule,y al oprimirla se hunde un poco, como una cámara de neumático.
Recorremos con los dedos la piel y los labios, por dentro y por fuera. Arrodilladas en el bote, apoyamos una mejilla en la de la ballena. Entonces, el gigante de 14 metros se alza para vernos de frente, y nosotras agachamos la cabeza para besarlo. Rhiannon esta tan embelesada, que casi se sube a la cabeza del animal. El guía lasujeta del chaleco salvavidas.
Luego, la ballena se aparta un poco y se pone a chapotear, girando alegremente de costado y levantando espuma con las aletas. Pronto regresa para que la acariciemos otra vez, desplazándose con una delicadeza que parece imposible en una criatura tan descomunal. Por fin, felices y rendidas, volvemos a la costa.
Esa noche, en una cabaña de techo de paja a la orilla dela laguna, me siento a conversar con José Francisco Mayoral, la primera persona que tuvo un encuentro cercano con la ballena gris en esas aguas. El pescador se echa la gorra hacia atrás, y las arrugas del rostro curtido por el sol se Ie marcan aun mas cuando recuerda lo que ocurrió aquel día.
UNA MAÑANA DE FEBRERO de 1972, poco después del amanecer, Mayoral y su socio, Santos Luis Pérez, salieronde pesca a la Laguna de San Ignacio. Había cientos de ballenas grises en la ensenada, de unos cinco kilómetros de largo y uno y medio de ancho. No les extraño, pues cada año, de diciembre a abril, estos cetáceos acuden a reproducirse a los abrigados brazos de mar de Baja California, tras una migración de 9600 kilómetros desde el Océano Glacial Ártico. Mayoral y Pérez se mantuvieron lo más lejosposible de las ballenas, que, según se decía, podían despedazar un bote de un solo coletazo. Mayoral, un lobo de mar con 16 años de experiencia, no sabía de nadie que se hubiese acercado a una ballena gris saludable y hubiera vivido para contarlo.
Mientras remaba para aprovechar la marea saliente, vio venir de frente una de las ballenas. Con el pulso acelerado, el nervudo pescador de 31 años virobruscamente y puso proa hacia la costa. Pero por más que remaba, no conseguía dejar atrás a la inmensa criatura, que los alcanzo en un santiamén. Temiendo lo peor, los pescadores se pusieron de rodillas y se santiguaron. La ballena saco del agua la mole de su cabeza para mirarlos y, contra lo que esperaban, comenzó a frotarse suavemente contra el bote.
Luego se entregó a una cadenciosa danza decasi una hora de duración, sumergiéndose a un lado de la embarcación y reapareciendo al otro. AI principio, los pescadores paralizados de espanto, pero poco a poco el miedo se trasformo en curiosidad. Mayoral se sintió tentado a alargar una mano y tocar monstruo que, sorprendentemente no parecía dispuesto a acometer.
Aun así, su inveterada cautela Ie impidió moverse.
Por fin, una vez que...
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