El misterio del jarrón azul
habitación en un pequeño hotel cerca de las pistas de Golf Stourton Heath y se levantaba diariamente a las seis de la mañana, para poder practicar una hora antes de coger el tren de las ocho cuarenta y seis que le llevaba a la ciudad.
La única desventaja de aquel plan era que a aquellas horas de la mañanaera incapaz de acertar una sola tirada. Cuando no erraba el tiro, se le escapaba la pelota, que corría alegremente por el césped, y le eran necesarias un mínimo de cuatro tiradas para cada hoyo.
Jack suspiró, y asiendo el palo con fuerza se repitió las palabras mágicas: «El brazo izquierdo bien estirado y no alzar la vista.»
Giró en redondo... y se detuvo petrificado al oír un grito querompió el silencio de aquella mañana de verano.
—¡Asesino! ¡Socorro! ¡Asesino!
Era una voz de mujer que se ahogó en una especie de gemido.
Jack dejó caer el palo de golf y echó a correr en dirección a la voz, que le había parecido muy cercana. Aquella zona de pistas se encontraba en pleno campo y veíanse muy pocas casas por allí. En realidad sólo había una, muy pintoresca, y en la que Jack siemprese fijaba por su aspecto pulcro y anticuado. Fue hacia la casita a todo correr. Quedaba oculta por una ladera cubierta de brezos que bajó en menos de un minuto y se detuvo ante la cerca.
En el jardín había una muchacha y por un momento Jack supuso que habría sido la que gritaba en demanda de auxilio.
Mas no tardó en cambiar de opinión.
La joven llevaba una cestita en la mano casi llena demalas hierbas que al parecer había estado arrancando de un amplio parterre de pensamientos.
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Jack observó que sus ojos eran también dos pensamientos, suaves, oscuros y aterciopelados, y más violeta que azules. Y parecía toda ella una flor con su vestido de algodón rojo.
La joven le miraba entre contrariada y sorprendida.
—Perdóneme —ledijo Jack—. Pero, ¿no acaba de oír un grito?
—¿Yo? No.
Su sorpresa parecía tan verdadera que Jack sintióse confundido. Su voz era dulce y bonita, con un ligerísimo acento extranjero.
—Pero tiene usted que haberlo oído —exclamó—. Sonó muy cerca de aquí.
—Yo no he oído nada —replicó la muchacha con los ojos muy abiertos.
Jack fue ahora el sorprendido. Era increíble que no hubiese oídoaquella desesperada llamada de auxilio, y sin embargo, su calma era tan evidente que no pudo creer que le mintiera.
—Se oyó muy cerca de aquí —insistió.
Ahora ella le miró con recelo.
—¿Y qué es lo que han gritado? —preguntó.
—¡Asesino! ¡Socorro! ¡Asesino!
—Asesino... socorro, asesino —repitió la joven—. Alguien debe haberle gastado una broma, monsieur, ¿quién podría ser asesinado aquí?
Jackmiró confundido a su alrededor esperando ver un cadáver por el jardín. Nada. Y sin embargo, estaba completamente seguro de que el grito fue real y no un producto de su imaginación. Miró hacia las ventanas de la casita. Todo parecía tranquilo y en paz.
—¿Quiere usted registrar nuestra casa? —preguntó la jovencita en tono seco.
Se mostraba tan escéptica, que la confusión de Jack fue en...
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